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Esto no se cobra > Cristina García Maffiotte

Frío > Cristina García Maffiotte

   

Hay fríos y fríos. Cada uno carga con el suyo. Tantos fríos como hipotecas y facturas por pagar. Hay unos más llevaderos que otros. Unos que solo erizan el vello y otros que congelan la sangre. Tantos como profesiones o personas. Los hay individuales y los hay comunes.

Hay un frío que sufrimos los periodistas. Un frío que te impide darle al teclado y te bloquea delante de un folio en blanco. No es un frío que tenga que ver con la temperatura ambiente. No tiene nada que ver con la sensación que te recorre el cuerpo cuando en enero te sientas en uno de los bancos de cemento de la plaza de Los Adelantados. Es un frío distinto. Es el frío que provoca el miedo. Un pánico que te agarrota y que te obliga a renunciar a hacer lo que siempre has hecho; a escribir, a preguntar, a titular. Es el frío que está recorriendo esta profesión y que sufren los miles de compañeros que ejercen este oficio de riesgo que es el periodismo. Es el frío que sabes que hace fuera de tu redacción; esa enorme estepa llena de compañeros en paro. Los mismos compañeros que se sentaban contigo en la redacción, con trayectorias y currículos mucho mejores que los tuyos, y que llevan meses repartiendo un fleje de folios que resumen títulos y experiencias sin encontrar el calor de un nuevo trabajo. Es el frío que hace que en los medios de comunicación ya no se escriba lo que hay que escribir. Ya no se pregunte lo que hay que preguntar. Ya no se titule como se debe titular. Porque fuera hace mucho frío. Y porque para pasar del calor de la redacción al frío solo hace falta una llamada de teléfono: de un político molesto o de un anunciante enfadado. Es un frío desagradable que te congela la conciencia y el amor a esta profesión. Es el frío que produce la autocensura. Hay otro frío. Distinto. Alegre y divertido. Es el que hoy, esta misma noche, van a compartir miles de personas que llenaran las paradas del tranvía y la estación de guaguas y que tupirán la autopista con la esperanza de encontrar un aparcamiento. La Noche en Blanco lagunera es mucho más que una cita para quedar con los amigos para beber, comer y comprar y, de paso, asistir a un taller de cuentacuentos o tirarse por una tirolina. Es mucho más que eso. El frío que hará esta noche en La Laguna es un frío diferente porque hace pensar que es posible salir de este pozo. Frente al desánimo general y contra el pronóstico de cualquiera que supiera lo desarticulada que estaba la sociedad lagunera hace (sólo) 10 años, lo de esta noche pone en evidencia que el frío es más soportable y llevadero cuando se arrima el hombro, se olvidan rencillas y enfrentamientos y se comienza a remar en el mismo sentido y dirección que el de al lado. Es un frío más llevadero porque ilusiona y la ilusión, aunque sea tan efímera como una noche en blanco, calienta.

Y luego hay fríos únicos. Que solo los sufre una persona. Es un frío que tiene nombre, Mariano, y apellido, Rajoy. Lo empezó a notar el domingo cuando salió al balcón de Génova. Hacía meses que lo intuía, pero desconocía su crudeza. Es el frío que provoca el saber que ya no hay excusas, ni promesas ni nadie a quien culpar. Es el frío que se siente en la cúspide de la pirámide; donde solo hay espacio para uno y esa soledad incrementa la sensación de bajada térmica. Es un frío seco que se aviva de muchas formas. Por ejemplo, al escuchar la palabra mercados. Unos mercados que no tienen ubicación física pero sí nombres y apellidos. Unos mercados que no generan nada; salvo pérdidas y beneficios. Ni un bien tangible; algo que vender, comprar o dejar en herencia a tus hijos. Nada. Una nada fría y congelada que no se come pero que genera hambre. Un frío que no se combate con diez millones de votos sino con una manta. Una manta que no nos van a prestar porque nos la quieren vender. Como se la vendieron a los griegos; los mismos griegos a los que alemanes y franceses acaban de vender una millonada en armas. Unas armas para un ejército que no tiene nada que defender, más que el local vacío en el que se ha convertido el país. Así de generosa es Europa. Esta Europa mía. Esta Europa nuestra. Esta Europa fría.