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La fusión que engendró al barrio

   

Cerca de 7.000 habitantes pueblan uno de los barrios más populares y trabajadores de Los Realejos, que en su pasado más cercano fue residencia de hacendados. | MOISÉS PÉREZ

LUIS F. FEBLES | Los Realejos

Fiel exponente del desarrollo urbanístico de estos últimos años, el popular barrio realejero de Toscal-Longuera, otrora paisaje de plataneras y cafetales, es hoy en día un barrio dormitorio que alberga principalmente a un amplio porcentaje de población dedicada al sector servicios.

Con cerca de 7.000 habitantes, este enclave debe su nombre a los dos núcleos originarios, El Toscal y La Longuera, que con el boom de la construcción en los años sesenta decidieron unirse, dejando atrás unos piques que popularmente se manifestaban en las fiestas con el lanzamiento de voladores desde un barrio a otro. Sería el desarrollo de las grandes urbanizaciones, como La Romántica, Los Potreros y Los Bancales, lo que en la década de los 80 impulsara de forma ineludible la fusión, conformándose el actual barrio Toscal-Longuera.

Cuentan las lenguas antiguas, y así lo recoge el periodista Jesús Manuel Hernández García en su artículo Toscal-Longuera, en el hoy y en el ayer, que una vez finalizada la conquista de Tenerife por Alonso Fernández de Lugo, la hacienda de La Gorvorana se constataría como el núcleo originario del barrio. Este espacio o hacienda, limitaba al norte con los Llanos de Méndez ; al sur, con Hacienda La Zamora; y al este con Las Dehesas, del municipio de Puerto de la Cruz.

La hacienda de La Gorvorana fue el núcleo originario del barrio. / DA

En base a los estudios realizados por el secretario de la Asociación Wolfgang Köhler, José Melchor Hernández, lo más importante de las propiedades de la zona, la constituía el mayorazgo de La Gorvorana, que corresponde al linaje de los López de Vergara y Grimón y que perteneció a los marqueses de Acialcázar, para luego pasar a los marqueses de Breña y Mejorada. Dotada con abundantes aguas de riego, la hacienda de La Gorvorana era considerada durante el siglo XVIII como la propiedad más rentable del Realejo de Arriba.

Inexorablemente unida a la historia del barrio y como parte esencial de la hacienda, cabe destacar la ermita, que posee en su interior un pequeño retablo, dorado y policromado, perteneciente al siglo XVIII, con la imagen titular de Nuestra Señora de Guadalupe. Su fundación se debe al patronazgo de Francisco de Gorvalán y tiene una amplia planta de salón y de peculiar fachada, con un frontispicio semicircular con el esplendoroso retablo, enmarcado en la centuria del setecientos. La casa, transformada en épocas posteriores, con aportes de los siglos XIX y XX, aún mantiene la distribución original: amplio portalón que da paso a un patio, y un espacio que articula todo el edificio.

Actualmente, la hacienda de La Gorvorana se encuentra en un estado de abandono bastante evidente, dejado de la mano del Ayuntamiento realejero, propietario del inmueble desde el año 2001.

Esta histórica edificación, impulsora del desarrollo económico y poblacional de Toscal-Longuera, ha sido objeto de pintadas y destrozos que han terminado de deteriorar la hacienda que el capitán Francisco Gorvalán construyó. Incluso, los vándalos llegaron a cubrir con pintura uno de los frescos del pintor Francisco Bonnín que adornan el interior de la casa.

A día de hoy, el barrio respira el cosmopolitismo propio de un enclave que sigue siendo receptor de gentes que encuentran en este enclave un lugar idóneo para vivir lejos del elevado coste que puede suponer la estancia en Puerto de la Cruz o Los Realejos.

La Asociación de Vecinos La Barca sigue jugando un papel esencial en la dinamización cultural del barrio. Consolidado como punto de reunión, organiza diferentes actividades para los vecinos. | MOISÉS PÉREZ

Con numerosos comercios, tiendas, restaurantes y lugares de primer nivel para practicar deporte, el Toscal-Longuera sigue manteniéndose imperecedero en el tiempo y renovándose para adquirir la excelencia que otorga vivir en una zona cómoda y con posibilidades de desarrollo.

Cuentan los más viejos del lugar que desde siempre se ha identificado este barrio con la belleza de sus mujeres. “Recuerdo que de joven cuando íbamos al Puerto de la Cruz y volvíamos a nuestro barrio, decíamos siempre que como las mujeres de aquí no hay ninguna; son mujeres muy guapas, pero también muy listas”, comenta un vecino de la zona. El barrio que en su día se unió para dar vida al nuevo enclave, mira con optimismo al futuro, teniendo de histórico vecino al Puerto de la Cruz y como parte de Los Realejos.