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La herencia africana de ZP > Rafael Muñoz Abad

   

Más allá de la imperiosa necesidad del golpe de timón que en principio parece habernos librado de una tropa de gobernantes incapaces, el revolcón electoral que han supuesto los comicios del pasado 20 de noviembre debe de otorgar el lugar que tanto por estrategia como por importancia requieren las políticas hacia el continente africano. Si alguien espera con relativa inquietud la llegada de un líder sólido a La Moncloa, éste es el astuto inquilino de Rabat. Históricamente, con objeto de ver cuál era la respuesta institucional, Marruecos ha testado la solidez de las posiciones de España con algún tipo de acción orquestada o provocación populista; y cierto es que, bajo el gobierno del zapatero pelele y sus ministrillos de Exteriores, han hecho lo que les ha venido en gana. Amparándose en preceptos históricos y morales, el nuevo ejecutivo debería echar el resto para de una vez solucionar el vil destierro que sufre el pueblo saharaui; vertebrar unas relaciones sanas con el reino alauí, y no cimentadas en el buenismo y servilismo anterior; o en episodios tan lamentables como fue la vergonzosa visita de Bono a la Guinea del dictador Obiang. España debe diseñar una política responsable y seria en el Magreb inmediato y el norte del Sahel; siendo para ello condición sine qua non el contar con representaciones consulares eficaces; delegaciones de peso que resuelvan los problemas de los españoles sin recurrir a las primeras de cambio al tito Sarkozy; y es que la herencia africana que nos deja este gobierno es terrible: ministros que no saben ni dónde está Cabo Verde; los viajecitos folclóricos de la señora De la Vega vestida de boutique mientras habla de pobreza en Mozambique; la foto de un sonriente Zapatero con Mohammed VI y un mapa que incluye a las Islas Canarias en el gran Marruecos; la ridiculez del discurso en el que [este último] se autoproclamaba colíder moral de la primavera árabe; las llantinas de Moratinos; la indolencia de La Trini con las revueltas de El Aaiún; el olvido del castellano en Guinea Ecuatorial; el abandono institucional que sufren los españoles en Nouadhibou. En resumidas cuentas, únicamente nos faltó el súper progre guay de Willy Toledo como delegado de asuntos africanos. A quien venga solo le pido algo de cordura y responsabilidad; recordándole que ya va para un mes la desaparición de los cooperantes y parece que a nadie le importa. Y es que echo de menos figuras como Eduardo Garrigues; exembajador en Windhoek, al que tuve el privilegio de llevarle su coche a Namibia. Todo un ejemplo de dedicación e interés institucional por África a la par de sus responsabilidades consulares. Señor que, más allá de los veleidosos vericuetos diplomáticos, supo entender el destino africano en igual jerarquía que el de los EE.UU.; y buena fe de ello es su entretenido libro. Narración que recorre el interior namibio bajo el título de La Dama de Duwisib. Que cunda el ejemplo aunque no espero mucho.