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POR QUÉ NO ME CALLO >

La vaca > Carmelo Rivero

   

Al ritmo que se suceden los acontecimientos, nadie es capaz de predecir qué nos reserva mañana la crisis. Si me valdrán los euros que lleve en el bolsillo para tomar café junto al Reloj de Flores y comprar el periódico en el quiosco, o si, como dramatizan Merkel y Sarkozy (Merkozy), si cae Italia, cae la moneda única. Me pregunto si el mismo axioma volumétrico vale para la inconmensurable democracia, que ya cayó abatida en ese mismo país, todo lo provisionalmente que se quiera, sin que se oyera rechistar a ninguna voz autorizada. Teatro, puro teatro, canta Olga Guillot. Me repugna la deshora de este tiempo sin brújula, la bajeza de parar por antojo el reloj de la democracia sin el menor indignado ni remordimiento. En Europa hay una pérdida de papeles bochornosa. A veces da la impresión, viendo actuar a sus gobernantes, de que emulan a Mourinho -camino del clásico del día 10 con seis puntos sobre Emma-, por las continuas tarascadas, como cuando Pepe -no PP- seguía las instrucciones del técnico portugués. La adjudicación de deuda pública se parece a las subastas del artista trampero Damien Hirst. Todos quieren batir el récord de la vaca en formol. Europa es esta vaca que no da leche, en una urna, con una solución de aldehido fórmico, a la una, a las dos y a las tres. Las cumbres de la UE -el próximo fiasco, el 9, no se lo pierdan- no sirven para nada; se pasan la pelota unos a otros, como republicanos y demócratas con los presupuestos en EE.UU. antes de que Standard & Poor’s les rebajara la nota de la deuda por tardos. En España, por suerte, el tea party de Blas Piñar -el recordado Chela tuvo una buena agarrada con el notario ultra en Tenerife- no cuenta con una corriente organizada en el PP, salvo Esperanza Aguirre en plan Sarah Palin. Rajoy hereda un partido que domesticó a la ultraderecha a tiempo cuando Fraga -que en corto era otra cosa: una tarde nos habló afectuosamente del diputado de UPC Fernando Sagaseta-. Y ahora lleva un país moribundo en brazos como un bombero del 11-S irrumpiendo en una nube de polvo rodeado de zombis tiznados de blanco (nosotros). Paso a Rajoy. El Gobierno de Nochebuena del registrador de la propiedad merece 365 días de gracia, donde antes se daban cien. Si llenamos la calle de huelgas a la griega tras las forzosas próximas cojoneras medidas, con 40 de fiebre y 500 puntos básicos de prima de riesgo, nos ponen a un tecnócrata -el tecnogolpe retrata la chusca deriva europea hacia un fascismo de camuflaje- y nos vemos todos en nuestra propia mítica plaza de Tahrir, pidiendo que nos dejen votar, oiga, aunque sea para elegir qué tipo de harakiri.