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La Venezuela de los años veinte a través de los ojos del emigrante canario Álvaro Fajardo Aguiar

   

Fotografía tomada por Álvaro Fajardo en Venezuela. | DA

EL PERSEGUIDOR | Santa Cruz de Tenerife

El Centro de Documentación de Canarias y América, perteneciente al OAMC del Cabildo de Tenerife trata, a través de Fotonoviembre, de rescatar la obra fotográfica en Venezuela del emigrante canario Álvaro Fajardo Aguiar, la cual está siendo posible gracias a la generosidad de su hijo Álvaro Fajardo Hernández, que ha posibilitado su digitalización y exposición pública de la misma a partir del 9 de noviembre en el Museo de Historia, en La Laguna.

La migración canaria a Venezuela es la historia de una sucesión constante de cadenas y vínculos de afinidad social y parentesco que vinculan a las Islas Canarias con el País del Orinoco durante cinco siglos. Aunque en las primeras décadas del siglo XX, el destino preferente de los isleños fue la Perla del Caribe, las relaciones con Venezuela no se cortan a pesar de la grave crisis cafetalera de fines del siglo XIX y comienzos del XX y la vertiginosa expansión cubana, que lleva a no pocos canarios establecidos en ese país a desplazarse a la isla antillana. En los años veinte, en plena dictadura de Juan Vicente Gómez, el país del Orinoco se transforma en el mayor productor de petróleo del mundo con concesiones onerosas para la economía nacional a compañías norteamericanas, británicas y holandesas. El Estado Zulia, y el entorno del Lago Maracaibo se convierten en los pulmones económicos de ese auge económico.

La historia de la familia icodense Fajardo responde a los patrones migratorios de tantos isleños. Cuatro hermanos Fajardo Real emigraron a Venezuela en la segunda década del siglo XX: Rodrigo, del que se ignora su paradero y se piensa que pasó a Colombia; Darío y Diego, el padre de Álvaro, que cruzó el charco en 1912, retornando pocos años después. Allí dirigió la Orquestina Canaria.

Darío emigraría a Venezuela antes de la Primera Guerra Mundial. Se estableció en la expansiva localidad petrolera de los Puertos de Altagracia en el entorno del Lago Maracaibo, en el Estado Zulia. Ejercería como Jefe de Telégrafos del Estado Falcón y como secretario de la municipalidad del distrito Miranda., donde fue una persona muy apreciada por su labor en pro del arbolado y embellecimiento de jardines, parques y plazas. A su fallecimiento el pueblo de Altagracia y su Consejo municipal le tributó un emocionado homenaje que quedó reflejado en el periódico Mauroa de 2 de agosto de 1934, dedicado íntegramente a su persona.

Sería precisamente Darío el que reclamaría a su sobrino Álvaro Fajardo Aguiar, el que fuera artífice y propietario de las fotos de la que es objeto esta exposición. En 1921 se trasladó a Venezuela, donde residió durante siete años hasta que en 1927 retornó a su isla natal. Durante su estancia en el País del Orinoco trabajó para la compañía petrolífera norteamericana Standard Oil Company, que estaba instalada en los Puertos de Altagracia (Estado Zulia) dedicada a la extracción de petróleo en los pozos del área. Tras su vuelta a Tenerife se dedica a actividades mercantiles y a la explotación de una finca de plátanos en el barranco de “El cuarto”. Fue concejal del ayuntamiento de Icod y consejero del Cabildo de Tenerife. En 1950 retornó a Venezuela, pero tuvo que regresar al poco tiempo, afectado por una dolencia cardiaca, de la que fallecería a los 49 años de edad.

Álvaro Fajardo Aguiar a través de sus fotografías muestra los paisajes venezolanos y los comienzos de la industria petrolífera. En su realización contó con la ayuda de sus parientes Darío Fajardo Real y Hernán Fajardo González. Pero no se contenta solo con captar los nuevos pozos, sino el medio en que esta industria se desarrolla, la localidad en que tiene lugar y la vida cotidiana de sus gentes. Revela así instantáneas precisas de sus trabajos y labores diarias, pero también de los protagonistas de las extracciones, de los técnicos norteamericanos y sus familias, por un lado, pero también de los indios que en aquellos momentos llegaban todo el peso de las faenas más arduas.

Es un testimonio de primera mano para adentrarnos en unas fotografías no exentas de calidad estética, en los balbuceos de un explotación que en el País del Orinoco tuvo como básicos protagonistas a los venezolanos en una época como la de Gómez en la que la migración prácticamente estaba cerradas, pero en la que, pese a tales restricciones, hubo algunos canarios, como fielmente descubre la cámara de Álvaro Fajardo.