Que a un exalcalde, que, a su vez, es exvicepresidente del Cabildo y exconsejero del Gobierno de Canarias, amén de otras muchas más cosas en la historia reciente de la política canaria, se le retire la acusación de cohecho es, sin duda, una buena noticia. Y lo es porque el peor delito que puede cometer un servidor público es el soborno, y que se despeje la duda, en este caso, en torno a Miguel Zerolo es bueno para la democracia esta que manejamos hace ya más de treinta años. Lo que no lo es tanto es cómo se produce. Años después de lanzada la acusación y de un juicio público, con sentencia de culpabilidad y todo, y una investigación más que exhaustiva, todo queda en una simple notificación. Tan simple como la que le comunicó el supuesto delito. Porque lo que nadie se ha dignado a explicar es que nunca, repito, nunca, Miguel Zerolo supo por qué se le acusaba de cohecho, qué bases había para ello, si existía indicio de enriquecimiento ilícito, si las sospechas estaban basadas en algún documento o pesquisa más allá de las fabulaciones y (qué pena) múltiples leyendas urbanas en torno a la figura del exalcalde que, en un alarde inaudito de investigación, se convirtieron en materia a tratar por policía y fiscalía. Nunca. Y se buscó y rebuscó durante mucho -demasiado- tiempo ese posible soborno; no solo en la persona de Zerolo, sino de sus familiares, amigos e, incluso, conocidos y allegados. Hasta lo más ínfimo fue visto como una posible compra de voluntad al que ha sido más de tres lustros alcalde de Santa Cruz. Y ahora, cuando el castillo de naipes se derrumba, nadie se acuerda de todo eso. Desafortunados fueron los que lo acusaron cuando solo estaba imputado, cobardes los que, conociéndolo, lo dejaron de lado, y verdaderas garrapatas los que, sabiendo perfectamente que Zerolo no se había “mamado un duro”, como le gustaba decir a él mismo, lo hostigaban con esa acusación. Ahora, la justicia dictamina que no robó. Me alegro porque creo que es bueno para esta cainita sociedad canaria y, sobre todo, porque lo considero un amigo.