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Rajoy y obispos > Miguel L. Tejera Jordán

   

La Conferencia Episcopal Española ha ofrecido su colaboración a Mariano Rajoy, para ayudarle, en lo que pueda, al buen gobierno de España. Flaco servicio el que le prestan. Me disgusta. Y sospecho que Mariano Rajoy, por muy de derechas que sea, tampoco debe sentirse satisfecho con la oferta de los prelados. Y la rechazará de plano, como corresponde a quien va a coger entre sus manos el timón de un barco, cuyas velas ni son negras, ni están cosidas con telas de las sotanas. Por la maquinaria textil del Estado y de esta sociedad se mueven hilos y prendas de todas las texturas y colores. Y no es bueno que las manos del sastre confundan seda con algodón. Así pues, hile fino don Mariano y meta el hilo por el ojal con tiento. Y convierta usted, en verdad, que será más fácil, con usted al frente del Consejo de Ministros, que un camello entre por el ojal de su presidencial aguja, que un obispo le susurre al oído cómo debe usted gobernar el reino de las mujeres y los hombres de este país, es decir, su ciudadanía. (La del reino, que no suya). Personalmente, un servidor prefiere que Rajoy administre cuerpos y los obispos almas. Que el primero se ocupe de nuestras necesidades materiales y los segundos de las espirituales. De quienes quieran encomendarse a ellos. Dicho de otro modo: la Constitución en los despachos, oficinas y colegios, y los crucifijos en las iglesias y parroquias y, por supuesto, en la casa de cada cual que quiera tenerlo para rezarle. En la mía hay un ejemplar de la Constitución en el despacho, pero un crucifijo también cuelga de la pared que protege del viento la cabecera de mi cama. Y nunca se han peleado, ni tirado de las greñas. En realidad, no me gusta leer la Constitución en las parroquias, ni rezar o que me recen el Padrenuestro en los parlamentos. Por tanto, muy cierta que es la manida frase de “a Dios lo que es de Dios y al césar lo que es del césar”. Sé perfectamente que en el partido del señor Rajoy militan gentes de profundas convicciones religiosas. Respetabilísimas. También existen personas de la misma convicción que poseen carné del PSOE, de CiU, UPyD o Coalición Canaria. Respetable será siempre que cada cual eche mano de biblias y de rosarios, siempre que la letra de las primeras y las cuentas de los últimos se queden entre los dedos de los orantes, sin que las letanías ni las plegarias enturbien el aire de las calles y plazas, que es el aire que todos respiramos. ¡Ojito al parche, pues, con la colaboración de los príncipes de la Iglesia! Que este país es muy fino para ciertas cosas y hay mucha gente que no quiere que se mezclen las churras con las merinas, ni que los purpurados metan las narices donde no se les ha llamado. Viene el comentario a cuenta de quienes quieren mezclar la gimnasia con la magnesia, o la velocidad con el tocino. Y a este país no le conviene ahora, tampoco le convino en el pasado, moverse por los caminos del mundo por senderos iluminados por los cirios. El cirio para las naves y cruceros de los templos. Como el incienso. Y la diáfana luz eléctrica de las farolas del alumbrado, que sean las que alumbren calles y plazas. Que el Carnaval se extinga un miércoles de cenizas. Y que el humo de las velas sólo inunde la atmósfera de las calles allá por Semana Santa, cuando es de justicia reconocer la costumbre de sacar los santos al viario. Que los badajos de los campanarios sigan tañendo el cuarto, la media y la hora de los pueblos. Pero que sean las leyes y los decretos quienes verdaderamente marquen esta andadura.

Si se me rompe el alma, que sea Dios quien la arregle.

Si se me rompe la suela del zapato, que me la arregle Rajoy.

Zapatero acaba de cerrar, por inventario…