Una vez comprobada que la senda del suicidio es la única admisible – tal y como dejó soberanamente claro la canciller Merkel frente a los pequeños Sarkozy y Monti: nada de eurobonos, nada de asignar nuevas funciones al BCE, nada de nada salvo una versión germánica de las Nanas de la cebolla- habrá que prepararse para lo peor. Lo peor, por supuesto, es en primer término el desarrollo de una crisis económica sistémica que se solventará, astutamente, hundiendo todavía más la economía, por el elegante procedimiento de bajar los salarios, suprimir la inversión pública y desarbolar el Estado de Bienestar. Se conseguirá así hundir aun más el consumo interno, impulsar el cierre de más comercios y pequeñas empresas, exterminar a los autónomos que todavía boqueen por ahí y provocar un aumento mayor del desempleo, pero sólo muriéndote de hambre podrás convertirte algún día en un hombre hecho y derecho, hijo mío. Solo en el suicidio económico, según la flamante teología económica impuesta como una fatalidad inabordable, alcanzaremos la resurrección y la vida. Después, comprobaremos los saldos de las rebajas democráticas actualmente en curso para certificar que no sirven ni para manteles en las mesas electorales. El reto de construir e inculcar ideológicamente una democracia sin alternativas políticas, una democracia que prescinda del concepto de ciudadanía y cuya legitimación solo se alimente de una incesante actividad de propaganda, es realmente formidable, pero nada indica, por el momento, que sea imposible. Algunos analistas -y encuentro esa opinión extendida entre dirigentes y cargos públicos del establishment político-están seguros de que el Gobierno presidido por Mariano Rajoy sabrá comprender necesariamente que en lo que se refiere a Canarias las tijeras de los recortes presupuestarios deberán ser usadas con cierta prudencia. Suponen que don Mariano Rajoy y sus ministros sabrán entender que existe un conjunto de transferencias y programas -algunos calculan unos 12.000 millones de euros- cuya institucionalización deviene condición inalterable si no se desea que el Archipiélago, que soporta ya una tasa de crecimiento insignificante y un desempleo muy próximo al 29 de la población activa, no salte por los aires. Permítanme expresar respetuosamente mis dudas. No se vislumbra una iniciativa política con semejante contenido, ni por parte del PP, que ni mencionaba a Canarias en su programa electoral, ni por parte del Gobierno regional, que debería tener ya en su poder -y difundir – un informe al respecto, ni por empresas ni sindicatos ni universidades del Archipiélago. Todos quieto parados. ¿Para qué tener prisa, con las Navidades o el Apocalipsis a la vuelta de la esquina?