Crear ciudad es una de las tareas más hermosas y gratificantes del área que tengo encomendada. Pero no solamente en el sentido de mejorar la habitabilidad y la vida útil de los edificios que necesitan ser rehabilitados, o repuestos en su totalidad, sino en la línea de poner en marcha, en paralelo, un programa de actuación social y comunitaria que revitalice las comunidades de vecinos, contribuyendo a alimentar la idea de que el bloque, primero, y el barrio después, harán de Santa Cruz una ciudad con verdadera vocación de progreso y prosperidad. Para lograr semejante meta es imprescindible fomentar una conciencia ciudadana que potencie la autoestima de los residentes. Es necesario hacer partícipe a toda la ciudadanía de las actividades orientadas a consolidar hábitat respetuosos con el medio ambiente y que ayuden, a cada colectivo, a crear y consolidar espacios comunes de bienestar.
Esto significa que es preciso estimular la participación ciudadana a todos los niveles, para que sean las personas quienes propongan las soluciones a sus problemas, sin necesidad de que nadie se las imponga, ni les resuelva sus dificultades, que es precisamente lo que ha venido marcando la inercia política en las últimas décadas. La participación vecinal es vital para el éxito del programa. Invitarles a hablar, a exponer sus necesidades, a declarar sus quejas, significa pedirles que pongan sobre la mesa sus inquietudes, y lo más importante, que se hagan oír donde no siempre han sido escuchados. Una primera medida encaminada a poner en manos de la ciudadanía el día a día de cada bloque de viviendas, pasa por alentar la constitución de juntas de administración de sus comunidades respectivas. Estas juntas, cuando funcionan adecuadamente, reflejan una responsabilidad de gestión seria de los intereses colectivos, velan por el cobro de las cuotas mensuales, luchan contra la morosidad y favorecen conductas individuales y colectivas que redundan, de manera satisfactoria, en el conjunto de cada unidad residencial, mejorando la intercomunicación.
La toma de conciencia de que sólo los residentes pueden buscar el bien común de cada bloque y, por añadidura, de cada barrio, es esencial para garantizar una prosperidad que no se logrará nunca a golpe de medidas aprobadas desde la administración municipal. La experiencia me dicta que, allí dónde existe una preocupación verdadera por la calidad de vida de cuantos integran cada grupo residencial, se consigue un marco de respeto y de convivencia constructivos. Si arrimamos el hombro, velamos por la conservación y el mantenimiento de los espacios comunes de las edificaciones y nos ocupamos por desarrollar iniciativas que generen resultados en los ámbitos culturales, deportivos y en el desarrollo de buenas prácticas medioambientales, estaremos en la dirección acertada. En los bloques en los que se respira este ambiente de esfuerzo colectivo, es difícil encontrar desperfectos en las escaleras, daños en los ascensores o bombillas de luz que no encienden. La colectividad se responsabiliza de la limpieza diaria de tales espacios, porque pertenecen a todos, y la propia junta se vuelve más exigente con las administraciones públicas a la hora de reclamar lo que, en derecho, les pertenece.
En esta línea, el concepto “crear ciudad”, que manejo desde el principio de este artículo, tiene el significado de lograr la implicación creciente de jóvenes y mayores de cada grupo residencial en la consecución de una política común de convivencia, que origine frutos y una apuesta por la solidaridad y el trabajo comunitario. Las administraciones públicas podemos ayudar para que los colectivos vecinales que forman parte de los barrios de Santa Cruz reorienten sus pasos hacia el logro de un concepto de ciudad más habitable. Y que nos ofrezca una mejor calidad de vida a todos. Necesitamos una ciudad que funcione y que al tiempo sea una ciudad para disfrutar. No debemos consentir que la ciudad en la que residimos se convierta en el espacio en que nos movemos para ir a trabajar, a producir. Tenemos que sacar partido al ocio de la ciudad, a su potencial cultural, repensando la urbe y contribuyendo a que Santa Cruz sea una ciudad de los niños, de las mujeres, de los abuelos, una ciudad que disponga de oferta cultural, que genere redes de convivencia en los deportes, el disfrute del mar y del litoral. No podemos quedarnos parados ante un modelo de urbanismo meramente economicista, en el que impere el principio de ganar y ganar. Esa sería una ciudad infernal, que no funcionaría, como no lo hace o lo hace mal en cualquier parte del mundo. Estos modelos generan ciudades hostiles. Crear ciudad implica ayudar a desarrollar entornos humanos, cómodos y seguros, así como espacios sostenibles para las personas. La ciudad como pura máquina productiva sólo crea frustraciones y desencanto. Por ello nos proponemos profundizar en las necesidades reales de todos los grupos de población, asegurando que los recursos urbanos disponibles, y los que se puedan ir generando, sean accesibles a todos.
Empezamos por estimular la participación ciudadana de las vecinas y vecinos de muchos barrios de Santa Cruz porque, en Viviendas Municipales, nos interesa muchísimo escuchar las voces difícilmente percibidas, aquellas que han estado viviendo en un alarmante grado de marginalidad y de exclusión. Y nos interesa sinceramente activar esa participación, porque es la mejor herramienta para ganar a la desigualdad. En definitiva, es un objetivo prioritario contribuir a hacer más humana la ciudad, más amable, solidaria y comprometida. Crear autoestima en la ciudadanía para mejorar la calidad de vida de todos los rincones de Santa Cruz. Desde Viviendas Municipales estudiamos qué problemas inciden más en las periferias de Santa Cruz, por tratarse de colectivos poco invitados a dejarse oír y que puedan influir en las decisiones que afectan a sus vidas. El Ayuntamiento gestiona la ciudad, pero son las personas quienes la crean y le dan vida. Éste es nuestro gran reto.
Ángela Mena Muñoz es Concejala de Vivienda del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife