Ráfagas de necedad recorren como un soplo de aire fresco la geografía de un país quebrado. Y si alguien quiere encontrar un refugio para tanta adversidad económica en el humor negro, no faltan en España agujeros donde meter la cabeza para soltar un par de amargas carcajadas. Amargas, sin duda.
Los dirigentes del cine español, una industria que salvo honrosas excepciones está abonada de forma permanente al desinterés del público, han encontrado tiempo para incorporar una nueva y portentosa memez al acervo de inutilidades manifiestas de la administración.
El ICAA, el Instituto del Cine del Ministerio de Cultura, ha creado una nueva categoría para la calificación de películas: “Especialmente recomendada para la igualdad de género”. Hollywood, tiembla.
Y las salas de exhibición, previsiblemente, se llenarán hasta la bandera con esta fórmula para la promoción de las producciones cinematográficas. Y es que en el ICAA no dan abasto al inmenso trabajo al que se enfrentan. Enfrascados como están en la tarea de despojarnos del pelo de la dehesa machista, a través de la concepción del cine como una herramienta de cambio de la mentalidad social -ya Franco, con su plomífera Raza, les apuntó el camino- y no como una industria de ocio (yo al cine voy para aprender y no como ustedes, que lo que buscan es ver una buena historia y entretenerse hora y media como lelos), esta pobre gente no tiene ni tiempo para darse cuenta de cuando se la meten doblada.
Como en el caso de un director de cine catalán que les levantó dos millones de euros en subvenciones para proyectos cinematográficos tan meritorios como una cinta que tuvo un taquillazo de 70 espectadores.
Uno pone en un lado lo de la nueva calificación y en el otro lo del desplume financiero y por mucho humor que le quiera poner a la cosa es que se te sube el colesterol.
Porque esto es una coña. Y no hace falta perderse por extrañas gasolineras, ni por los andamiajes paralelos de la Casa Real, ni por las condonaciones de deuda de cierto banco a cierto partido, ni por los indultos de cierto partido a cierto banquero de cierto banco, porque yo no distingo ya la paja del trigo y la verdad del infundio en este orgiástico festival de disparates.
Lo que sí distingo es que este país está enfermo de estupidez.
Y eso no tiene cura en la llamada eurozona.