¿Una primavera árabe en el Sáhara? > Saray Encinoso*

Son solo 100 kilómetros. Esa es la distancia que separa a Canarias del Sáhara. Una delgada franja de mar que actúa como frontera entre la civilizada Europa y este desértico territorio atrapado en el tiempo. Los saharauis llevan más de 35 años intentando ejercer el derecho a la autodeterminación que Naciones Unidas les ha reconocido en diferentes resoluciones. Todos sus intentos han fracasado. En ese tiempo Canarias se ha desarrollado a gran velocidad. Primero, con el boom turístico de los años 70. Luego, de la mano de España al ingresar en las comunidades europeas. Mientras los canarios construían resorts de lujo y vendían sus productos a los países del concierto europeo, los saharauis sólo podían levantar tiendas de campaña sobre la arena y ver cómo Marruecos expoliaba su territorio. Pero, ¿se puede vivir tan cerca y a la vez tan lejos? ¿Cuánto tiempo más aguantarán los saharauis así?

En Canarias apenas se escucha, pero lo cierto es que en algunos foros internacionales ya se comenta la posibilidad de que los saharauis retomen las armas para exigir su independencia. A nadie le interesa que este conflicto se radicalice. Tanto la Unión Europea como Estados Unidos necesitan socios estables en el Norte de África: sin paz este continente no será el suministrador de energía que necesitan. Sin embargo, a Canarias le afecta mucho más directamente. El Archipiélago es la espalda del Sáhara.

En algún documento del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) ya se baraja esta posibilidad. No se habla exactamente de guerra, pero sí de idear fórmulas violentas para lograr visibilidad internacional y que el debate sobre el futuro del Sáhara Occidental vuelva a la agenda global. El Frente Polisario ha hecho grandes esfuerzos por desvincularse de los terroristas islámicos que están actuando en la zona. Sabe que debe evitar que sus reivindicaciones se identifique con las de los terroristas que se mueven por el Magreb. Si no, el daño a la causa saharaui sería irreparable. Pero, ¿todos los saharauis están de acuerdo con esta postura?

El problema está en los jóvenes. El Frente Polisario sabe que no cuenta con los medios necesarios para embarcarse en una guerra, pero la desesperación hace que se tomen medidas desesperadas. «Un escenario más peligroso se basaría en el descontento de la juventud saharaui, que en su inmensa mayoría no ha conocido su patria de origen y ya no se contenta con estudiar en Cuba o Argelia, viajar a Canarias o dedicarse al comercio caravanero entre Mauritania, Níger, Malí y Argelia. En su seno han ido apareciendo en los últimos años diversos grupos que, a semejanza de las juventudes de otros países tan activas en las revueltas de la ‘Primavera árabe’, exigen democracia y libertad, como ocurre con la corriente Jat Achahid, muy crítica con la burocracia del Polisario y descontenta con el régimen de partido único. El mayor peligro estriba en que se produzca un desvío de la juventud saharaui hacia el islamismo radical. El camino del Islam, en su vertiente más extremista podría colmar el vacío dejado por la trasnochada ideología de la dirección del Polisario, último bastión de las corrientes del socialismo árabe que tan populares hicieron en los años sesenta líderes como Nasser, Bumedian o Gadafi, pero que hoy en día resultan anacrónicas. En el contexto del Magreb esta evolución resultaría particularmente preocupante por el carácter violento y anti-sistema que el islamismo radical lleva consigo». Esta explicación de Ignacio Fuente Cobo, que fue publicada en julio de este año, advierte de los peligros que la no resolución de este conflicto puede traer consigo. Lo cierto es que esta desviación todavía es difícil dado el férreo control que ejerce el Polisario sobre los refugiados. Sin embargo, es un escenario que los analistas internacionales no descartan.

De hecho, dos expertos en la materia, que asistieron a unas recientes jornadas sobre seguridad y defensa en el Norte de África celebradas en La Laguna, también coincidieron a la hora de señalar la posibilidad de que el conflicto adquiera un cariz violento.

“Las posibilidades de que haya una escalada de violencia en el conflicto del Sáhara están ahí”. Rafael Calduch, catedrático de Relaciones Internacionales y Derecho Internacional de gran prestigio, vino a hablar de las revoluciones en el Norte de África, pero quiso advertir también de la inseguridad que implica la existencia de este pueblo al que se le ha negado el territorio para constituir su estado.

Eloy Ruiloba, experto por la Universidad de Málaga en Derecho Internacional, explicó de dónde vienen los riesgos de que se radicalicen las posturas. “Hay parte del pueblo saharaui, sobre todo los más jóvenes, que está empezando a pensar en la guerra. La pobreza, la falta de educación y no ver luz al final del túnel: todo eso hace que la gente joven que está viviendo en los campamentos de refugiados de Tinduf se pregunte cada vez más qué hace allí». La ausencia de expectativas carcome su futuro. Después de cerca de cuatro décadas sin que les dejen escribir su propia historia, los más jóvenes están cansados de no poder cambiar su destino. La ley les permite construir un estado propio, pero en la práctica los marroquíes envían a colonos a su territorio y no les dejan independizarse. ¿La violencia es la solución? En un contexto colonial, «el derecho a la autodeterminación admite que un pueblo utilice la fuerza cuando la potencia administradora, por la fuerza, impide que se cumpla ese derecho». Es decir, los saharauis tienen derecho a hacer la guerra. Lo que no tienen es medios ni aliados.

* generacionclaroscuro