FRAN DOMÍNGUEZ | Santa Cruz de Tenerife

Tradición territorial y tradición familiar. Con semejantes parámetros era algo lógico y casi obligado que José Llácer se dedicara a la música. Lo aclaramos: José Llácer, trompa solista de la Orquesta Sinfónica de Tenerife (OST), nació en Valencia, concretamente, en la localidad de Picassent, en una familia de melómanos, de vocación y de afición.
Con el camino y el destino delimitado, entre otros, por un tío suyo que tocaba la trompa en la Banda Municipal de Sevilla, Llácer se inició en el mundo de la música a los 9 años. Primero, en la escuela de la banda de su pueblo natal, luego en el Conservatorio de Valencia, y después en Madrid, donde culminó los estudios superiores, en un periplo que lo llevaría en 1986 a la OST. “Llegué un lunes después del Carnaval. Nunca lo olvidaré… Y ya llevo más tiempo aquí que en mi tierra”, apostilla este valenciano de Tenerife, quien se confiesa un “amante de las costumbres isleñas”.
Llácer toca un instrumento que requiere de altas dosis de paciencia, de “muchas horas y de mucho oído”. “Es un instrumento complicado, te pueden salir bien nueve ensayos y salirte mal el día del concierto. Por muy bien preparado que lo tengas, siempre hay riesgos por la cantidad de armónicos que tiene. Puedes pensar que sale una nota y después sale otra. Depende mucho de la presión que ejerces en la boquilla del aire y de otros factores que llegan incluso a desesperar”, comenta. De todos modos, el músico de la OST no duda en piropear a la trompa y su adaptabilidad. “Empasta muy bien con las cuerdas y con el viento. Siempre la ponen como una base armónica o acoplando con los chelos”.
Llácer defiende la ardua labor de los que se dedican a la música profesionalmente. “Detrás de cada músico hay mucho trabajo y preparación. No es llegar y sentarte en un sitio y ya está”, afirma. Y es que, a su juicio, un buen músico debe amar su profesión antes que nada, pero como segunda cualidad tiene que saber “aguantar la presión” en cualquier circunstancia. “Quien sea muy buen músico sabe que le gusta que le exijan. No todos los músicos valen para trabajar en una orquesta sinfónica, ni todos los músicos valen para ser solistas”, apunta.
Llácer ve a la OST con “mucha ilusión, intentando siempre hacer cosas”. “Veo un nivel de preocupación en mis compañeros por la situación de crisis general que se vive; y por eso, desde nuestro papel, queremos implicarnos al máximo con la sociedad, acercar la orquesta a la mayor cantidad de gente, como se pudo comprobar con la actuación que hemos hecho recientemente en el Hospital Universitario”, subraya este miembro de la OST, quien opina que al público tinerfeño “le encanta la música clásica”. “La prueba está en el concierto de Navidad del pasado lunes. Es impresionante observar desde el escenario a 20.000 personas que se lo pasan bien y que se emocionan”.
Aparte de la orquesta, Llácer toca en un quinteto de viento. “Está ahora un poquito aparcado, pero el proyecto sigue”. Y parece que su hijo puede continuar por su mismo camino. “Le encanta la música, me ve cuando estoy practicando en casa… No me importaría que se dedicara a esto, pero lo importante es que salga buena persona”.