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EL DARDO >

A chorro libre > Leopoldo Fernández

   

Pomares ponía el otro día el dedo en la llaga a propósito de la divulgación, a bombo y platillo, de distintas partes del sumario del caso Las Teresitas, tras levantarse el secreto judicial. Sin perjuicio de lo que en su día digan los tribunales, por ahora se trata de mera “literatura policial”, al menos en lo que se refiere al delito de cohecho. Esa literatura -escandalosa, apasionante, verosímil o increíble, según las apreciaciones de cada cual- no se ciñe a cuestiones penalmente punibles, ya que en tal caso habría servido, y no ha sido así, de base jurídica para la correspondiente acusación. El sumario, filtrado a los periódicos de Las Palmas desde instancias judiciales de esa capital -donde radican la Fiscalía Anticorrupción que lanzó el caso y el Juzgado que de él se ocupa-, incluye, y así se difunde, suposiciones, verdades a medias y puras mentiras junto a hechos ciertos, en una extrañísima mezcolanza que conduce al desconcierto y la perplejidad, por la chapucera investigación policial que sustenta la instrucción. Para que nada falte, se mezclan conversaciones privadas que nada tienen que ver con Las Teresitas, reuniones secretas, charlas encriptadas, denuncias anónimas, citas sospechosas, viajes para desconfiar, supuestos acuerdos, seguimientos inconclusos, compra de voluntades, tratos increíbles y toda la parafernalia propia de una novela por entregas. Como para que, así las cosas, algunos de los incluidos en la causa se oculten llenos de bochorno y vergüenza. En estas condiciones son comprensibles las reservas sobre el relato, en la parte que no distingue lo verdadero de lo falso, la prueba cierta de la inservible o rechazada, así como aquella otra que invade ámbitos privados que exigen obligadas cautelas por mucho interés público que suscite el caso, que lo suscita, y no debe por tanto hurtarse su conocimiento… a condición de que conste la veracidad plena de lo que se difunde. Si a alguien se le hubiera ocurrido publicar algunas de las cosas que ahora se divulgan en el sumario, no quiero pensar las querellas y las reclamaciones que, por difundir algo incierto o no probado, le habrían caído encima. Quiero decir que ya se hizo daño en su día a alguna gente que vio limpio su nombre tras la retirada de la acusación de cohecho. Pero, ahora se vuelve a lo mismo, en edición corregida y aumentada, aunque la situación procesal sea otra. Si fueran culpables, que lo paguen, cómo no, pero solo si así se decide en el juicio correspondiente. Lo que no vale es la libertad de expresión ilimitada, a chorro libre, aunque se contraponga a la información veraz. Y tampoco que, a su amparo, se atropelle la obligada presunción de inocencia.