J. F. J. | La Laguna
El hoy alcalde de La Laguna, Fernando Clavijo, recuerda con nostalgia sus años de residencia en San Roque, ya que allí transcurrió parte de su infancia. “Fueron tiempos muy felices, allí están mis mejores recuerdos de niño”, asegura de aquella etapa. “Teníamos el campo prácticamente al lado y recuerdo que lo que más nos gustaba era jugar entre tuneras y pencas y subirnos a un membrillero que había cerca. Nos encantaba también lanzarnos por la pendiente del barrio con botellas de lejía escachadas. ¡La de enfados que le hice coger a mi madre cuando me veía llegar con los pantalones rotos!”, afirma.
En la actualidad, Clavijo sigue acudiendo a la montaña “al menos una vez a la semana”, a visitar a una tía que continúa viviendo en la parte alta de San Roque. “También hice grandes amigos en el barrio, con los que aún hoy guardo una estrecha amistad”. Lo más duro, añade, era el trayecto de ida y vuelta al colegio, ya que entonces estudiaba en la Aneja, en la calle Heraclio Sánchez. “Tenía que bajar y subir a diario la subidita de San Roque. Estaba relativamente cerca, lo que pasa es que la pendiente era muy pronunciada. Incluso a los coches les costaba subir. La carretera la fueron haciendo los propios vecinos. No había apenas casas, todo era tierra y baches”. La familia del alcalde lagunero se trasladó luego a Bajamar y más tarde a San Lázaro. Ya de adulto, Clavijo también ha residido en Los Baldíos y en el barrio del Timple. Sin duda, un amplio bagaje el suyo como vecino del extrarradio lagunero.