Soy un usuario regular de Titsa y, en líneas generales, estoy satisfecho con los servicios que dicha entidad de transporte ofrece a sus pasajeros. Las guaguas son cómodas, modernas, bien conservadas, exentas de grafitis y el aire acondicionado brinda un notable confort a sus usuarios. Los conductores, en líneas generales, se comportan correctamente y con amabilidad, teniendo casi siempre, entre otros detalles, la delicadeza de esperar pacientemente en la parada a algún viajero que se acerca corriendo y apurado para acceder al autobús. No obstante, Titsa tiene, a mi juicio, un grave problema, que se va agudizando cada vez más, sin que los responsables de la compañía hagan nada para evitarlo. Se trata de lo que yo llamo el hilo musical de Titsa, una insoportable melodía alta, enervante, machacona y salsera con la que ciertos conductores castigan sin piedad a sus viajeros, que son, en general, personas que desean trasladarse tranquilamente de un lugar a otro, absortas en sus pensamientos, sin que sean molestadas. Lo curioso del caso es que existe un Manual de Usuarios de Titsa, en el que, en el apartado 2 de las Prohibiciones a los usuarios, se indica que no está permitido “utilizar radios o aparatos de reproducción de sonido a un volumen que pueda resultar molesto a los demás usuarios”. Mientras esto se nos especifica y obliga a los viajeros, se da el contrasentido de que, por lo visto, los conductores se encuentran facultados para poner la radio con la música y emisora que les plazca y al volumen que les venga en gana. Yo entiendo que, para procurarse una cierta distracción en una larga jornada de trabajo al volante de una guagua, los conductores deseen poner una música movida que les ayude a pasar agradablemente el rato. Sin embargo, el problema es que un autobús no transporta mercancías sino personas y esta delicada tarea se debe hacer con la mayor seguridad posible. Yo, como viajero de Titsa, si algo me preocupa e inquieta es que el conductor, de alguna manera, esté distraído oyendo una melodía y, tal vez, peor aún, tarareando mentalmente la letra. La vida es dura y el trabajo, qué duda cabe, también lo es. La jornada laboral de una persona que tiene en sus manos las vidas de otras muchas creo que, sin duda, debería estar exenta del peligro de cualquier posible distracción.
Titsa es una empresa que está certificada con la ISO 9001:2000, un sistema de gestión de calidad que la obliga a prestar atención con la debida diligencia a las reclamaciones de sus clientes y a repasar regularmente los procedimientos empleados para dar la más adecuada seguridad a sus viajeros.
Los responsables del peligroso y molesto hilo musical de Titsa no son los conductores. Ellos, simplemente, actúan a tenor de lo que la empresa les permite hacer. Los culpables de este desafuero son los rectores de la compañía que, o no saben detectar un posible riesgo, o no quieren solucionarlo. Y luego se quejan de que el tranvía les está haciendo la competencia y ganándoles la partida en lo que concierne a la confianza del ciudadano tinerfeño. Al menos los rectores del tranvía hacen sus deberes para dejar tranquilo al viajero y para que el conductor pueda dedicarse a lo suyo sin que nada lo despiste. En un desplazamiento con Metropolitano de Tenerife, en lo que a mí respecta, considero que mi cota de protección es máxima. Y, por supuesto, el nivel de confort sonoro también me resulta impecable.
¿Ustedes conciben, por ejemplo, un viaje de avión en el que el piloto pusiera una música insoportable durante todo el trayecto? Inimaginable, ¿verdad?
Espero y deseo que la dirección de Titsa tome inmediatamente las acciones correctivas y preventivas necesarias para solucionar definitivamente este grave problema de seguridad en todas sus líneas.
Por cierto, un relevante asunto en el que, con su intervención en esta espinosa cuestión, los sindicatos UGT e Intersindical Canaria podrían demostrar que sirven también para proteger y preservar a sus trabajadores de hipotéticas y posibles futuras complicaciones.