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En tiempo de las castañas

   

Las castañas se pueden comer crudas, hervidas, asadas o dulces. | MOISÉS PÉREZ

M. I. | Santa Cruz

El invierno es “tiempo de castañas”, término con el que se definen los fríos intensos, que en muchos lugares suelen venir acompañados del aroma de estos frutos asados y de las columnas de humo de los lugares para asarlas.

Muchos restaurantes de las Islas ofrecen a sus clientes la posibilidad de platos y menús con castañas del país, en un loable fin para contribuir a la supervivencia de los castaños, ese árbol tan intrínseco en nuestros campos, y en la valoración de su producto.

Antes de que la papa fuera el alimento generalizado del hombre del campo en Canarias -su difusión masiva es más reciente de lo que muchos piensan-, la castaña era un elemento fundamental en el esquema alimentario. Los emigrantes españoles -especialmente los gallegos- plantaban castaños allí donde se asentaban, para obtener un nutriente importante para sus animales, especialmente los cerdos que había en casi todas las casas rurales, y, también, por apetencia y por necesidad, para sí mismos, por su importante aportación calórica.

El castaño es un árbol muy útil que se cultiva desde hace más de 2.500 años y, desde entonces, ha formado parte de la cultura occidental. Los castañares actuales son bosques semisalvajes que, gracias a sus características ecológicas, ocupan buena parte de las tierras más agrestes y pobres del centro y sur de Europa y del norte de África. En Tenerife, lamentablemente muchos han ido desapareciendo.

En la publicación Rincones del Atlántico se señala que es muy probable “que los primeros castaños que se plantaron en Canarias fueran introducidos en La Gomera y El Hierro por los señores feudales. Se sabe que a mediados del siglo XVI el primer Conde de La Gomera, don Diego de Ayala, ya poseía castañeros viejos en la llamada Corte del Conde, una finca rica en aguas y nacientes, situada en Benchijigua, en la parte alta del barranco de Santiago, donde crecían junto a palmeras y viñas”.

Las castañas se pueden comer crudas, hervidas, asadas o dulces. En Francia son comunes las castañas glaseadas en azúcar conocidas como marrón-glacé. Una forma sencilla de asarlas es realizar un pequeño corte en cada castaña y calentarlas en un contenedor metálico sobre fuego muy fuerte durante 10 o 15 minutos. El objeto del corte es evitar que estallen mientras se asan.

Antiguamente, las castañas jugaron un importante papel en épocas de hambruna. A pesar de que su uso como alimento básico ha ido decayendo, todavía forman parte de platos culinarios de prestigio, como en los rellenos o con grandes asados.

Actualmente, muchos cocineros modernos las han redescubierto y previamente peladas, sin su telilla interior y debidamente guisadas bien sea en caldos o en aguas aromatizadas con determinadas hierbas y/o especias, sirven de acompañantes, enteras o en purés, para platos de caza, conejo y aves.

En medicina popular, la infusión de las hojas se emplea por sus propiedades expectorantes, antitusígenas, astringentes, antidiarréicas, antipiréticas y antirreumáticas.

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“… con la mano del gato”

Todo el mundo conoce la frase de “sacar las castañas del fuego” como una expresión que refleja una acción con la que se le resuelve a otra persona o cosa un trance difícil. Pero el término está acortado, ya que el tradicional decía “sacar las castañas del fuego con la mano del gato”, señalando a quien se valía de un tercero para lograr provecho sin daño para sí. El diccionario de la Real Academia de la Lengua recoge diversas variantes populares para la palabra castaña, como, por ejemplo, indicar un tipo de moño de mujer, una borrachera o un golpe. También una cosa aburrida o pesada en su desarrollo.

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