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Esto no se cobra >

Hablar por hablar > Cristina García Maffiotte

   

El presidente del Congreso de los Diputados acaba de anunciar que sancionará, retirándoles el acceso al hemiciclo, a los fotoperiodistas que vulneren “los derechos fundamentales” de los diputados.

Hasta aquí, bien. Oiga, y hasta poco me parece. Que uno empieza violando los derechos fundamentales y a saber donde acaba. Lo lamentable es que esta decisión, refrendada por todos los miembros de la Mesa, está motivada por una fotografía, publicada en la portada de El Mundo, en la que se veía la pantalla del teléfono móvil de Rubalcaba y se podía leer cómo alguien le cotilleaba sobre los futuros nombramientos de ministros. No es que el compañero fotógrafo sacara una foto de su móvil en la que se viera su número de teléfono privado; ni el resultado de su última analítica de orina, no. Lo que se retrató fue un sms de un cotilla. Un chisme. Un rumor lanzado, probablemente, de un móvil pagado por los ciudadanos y a un móvil que sí, con total seguridad, pagamos entre todos.

Lo difícil era decirle a sus señorías que no jueguen con el móvil mientras están en el hemiciclo; vamos, que se centren en su trabajo. Pero no. Mejor atajar por la vía rápida y lo fácil, lo simple, es prohibir sacar fotos comprometedoras. Y lo próximo ¿qué será? Retirar el pase de prensa cuando el fotógrafo los saque con los ojos cerrados, echando una cabezadita o simplemente cuando retrate el escaño vacío en mitad de una importante votación. ¿Y si, como ya ha pasado para risa de todo dios, un fotógrafo les saca con el dedo en la nariz? ¿Eso también atenta contra un derecho fundamental? Supongo que sí, contra el derecho fundamental a no pasar vergüenza que, en contra de lo que siempre se ha dicho, se ve que sí tienen.

Al final, han imputado a Iñaki Urdangarín. Una noticia que aunque esperada y ya adelantada desde hace semanas por los medios de comunicación, ocupó esta semana todas las portadas de los periódicos. Bueno, esa noticia y el comentario de su abogado en el que denuncia que existía un clamor popular pidiendo su enjuiciamiento. Pues claro, hombre. Media España aplaude con las orejas porque más allá de que se le debe garantizar un proceso justo, y eso no se lo niega nadie, sí es verdad que a estas alturas de nuestra película eso de ver ‘castas’ de intocables, paseando en bermudas por las revistas del corazón, y cobrando por visitar despachos lo que no se ganan trabajando, molesta y mucho. Y la imputación lo viene a colocar en su sitio. En el sitio de los mortales. Y porque, vamos a ser sinceros, esos periodistas cortesanos que llevan meses hablando de la preocupación de la infanta y su dilema por debatirse entre el amor y la familia no han hecho más que echar leña al fuego. Que una cosa es que existan aprovechados (con los de este país llenamos un listín telefónico) y otra cosa es que, además de caraduras se te rían en la cara mientras te piden comprensión. ¿Comprensión? ¡Anda ya! Que si ella se debate entre el amor y la familia media España se debate estas Navidades entre la impotencia y la angustia por no saber qué será de nosotros y nuestros trabajos en 2012.

Dicen los periódicos, las radios y las televisiones que el Rey estuvo muy bien en su discurso. Que sin nombrar, nombró. Que sin citar, dejó claro su posición. Que conste que a mi me gustó que por una vez se dejara de florituras verbales y centrara algunas ideas pero, siendo sinceros, lo que el Rey dijo fue “vivimos en un estado de derecho y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley”. Que es una frase muy bonita, que está muy bien redactada, que incluso respeta las concordancias, pero nada más. Vamos, que decir eso es como decir, “Pepe Benavente es buena persona pero un poco cansino”, nada nuevo. Después de leer los editoriales de los más serios periódicos del país alabando cortesanamente al monarca solo puedo llegar a una conclusión: ¿Jaime Peñafiel?, un aprendiz.