Maravillosos niños autistas. Hace unos días leí en DIARIO DE AVISOS este encabezado, de un artículo de opinión firmado por María Montero. Un título atractivo que invita a su lectura, haciendo un merecido homenaje a los niños autistas, y a sus familias. Pero a medida que iba leyendo el artículo, pude observar, con cierta desazón y preocupación, que nuevamente, y sin base científica, se vuelve a querer establecer una conexión entre las vacunas y el autismo. Éste es un tema sobre el que se ha debatido en profundidad a lo largo de los últimos diez años, concluyéndose de forma clara que no existe ninguna base científica que relacione el autismo con la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas). Sin intención de polemizar con el artículo de María Montero, he creído necesario hacer los siguientes comentarios. No soy experto en autismo, pero como pediatra conozco los síntomas de éste trastorno generalizado del desarrollo, que es como se le conoce hoy en día. El autismo es un trastorno que comienza en los primeros años de la vida, y se caracteriza por importantes dificultades en el comportamiento, la comunicación y la interacción social de los niños que lo sufren. Es una enfermedad compleja, que afecta no solo al niño que la padece, sino a su entorno, y fundamentalmente a su familia. Los padres de niños autistas, y la comunidad científica internacional, siguen buscando respuestas sobre el origen del autismo. Pero, aunque existen muchas hipótesis, aún no tenemos una explicación científica que demuestre porqué algunos niños comienzan a desarrollar estos serios trastornos del espectro autista en los primeros años de su vida. Se sabe que existe una susceptibilidad genética, y que debe haber factores ambientales desencadenantes. Aunque se ha tratado de asociar con factores infecciosos, tóxicos, e incluso alimenticios (por ejemplo, con ciertas proteínas alimentarias, presentes en la leche de vaca o en el gluten), lo cierto es que actualmente no están definidas las causas exactas del autismo.
Con los datos de la evidencia científica en la mano, lo que sí sabemos es que el autismo no se asocia con la vacuna triple vírica. Y éste, que es un tema que la comunidad científica tiene claro y cerrado desde hace varios años, es un tema que circula cíclicamente por los medios de comunicación. Desafortunadamente para los niños, existen grupos o movimientos antivacunas, que sistemáticamente están sembrando dudas sobre la importancia de las vacunas, y hacen que muchos padres no quieran vacunar a sus hijos. Estos padres buscan información en los medios, o en internet. Y como todos sabemos, internet no es el lugar más fiable y seguro. Cualquiera puede colgar páginas sin ningún rigor científico, y lo que es más peligroso, con afirmaciones falsas o medias verdades que lo único que consiguen es sembrar dudas y alarma social entre la población. Y cuando hablamos de la salud, éste es un tema grave, y que debemos abordar con total objetividad y rigor científico. Los padres que buscan información científica sobre las vacunas deben acudir a medios fiables: deben confiar en el sistema de salud, en sus pediatras y el personal sanitario. Si quieren utilizar internet deben saber buscar y filtrar páginas seguras.
Les sugiero que visiten el portal de vacunas de la Asociación Española de Pediatría (AEP), donde hay un apartado específico para padres, y donde encontrarán respuestas. Otra página segura, con información científica contrastada es la página de la Asociación Española de Vacunología (AEV), que cuenta también con un apartado específico para familias. La AEV ha auspiciado en las últimas semanas un documento de consenso entre distintas sociedades y asociaciones científicas frente a la desinformación sobre las vacunas, cuyo título hemos elegido como temática para nuestro artículo: Hablemos desde la ciencia y el conocimiento. Les recomiendo su lectura, porque encontrarán muchas respuestas a dudas actuales sobre la importancia de las vacunas (pueden acceder a este documento a través de la página web de la AEP: http://vacunasaep.org/profesionales/noticias/hablemos-de-las-vacunas-desde-la-ciencia-y-el-conocimiento-1).
En relación con la controversia entre autismo y vacuna triple vírica, me gustaría hacer algunos comentarios para despejar las dudas que los padres de niños autistas aún puedan tener. Esta polémica surgió a raíz de la publicación en la revista científica The Lancet en 1998 de un artículo en el que se relacionaba el desarrollo del autismo en 12 niños, tras la administración de la vacuna triple vírica. En ese artículo, su autor principal, Andrew Wakefiled, médico gastroenterólogo de adultos, junto a otros 11 coautores describieron un trastorno que presentaban niños con enfermedad inflamatoria intestinal y autismo, al que denominaron “colitis autística”. Esta noticia provocó una gran preocupación, no solo en los padres de los niños que vacunan a sus hijos, sino en los médicos y científicos que consideran que las vacunas son una de las mejores herramientas en salud pública, para la erradicación de enfermedades inmunoprevenibles. Se pusieron en marcha distintos estudios epidemiológicos, y se revisó a fondo todo el material de trabajo que se utilizó para la publicación de Wakefield, detectándose graves errores metodológicos y éticos, llegándose a la conclusión de que los resultados eran falsos, y el estudio fraudulento y con poco rigor científico, faltando a las mas elementales normas deontológicas. En 2004, 10 de los coautores del artículo de Wakefield se retractaron del mismo. En 2010, el artículo de The Lancet fue retirado de la revista por el consejo editorial, por fraudulento, y a Andrew Wakefield, su autor principal, se le retiró la licencia por parte del Colegio General de Médicos del Reino Unido para poder ejercer la medicina, con los cargos de fraude y deshonestidad. Además, los investigadores iniciaron amplios estudios en los que se comparó dos grupos: un primer grupo formado por cientos de miles de niños que habían sido vacunados con la vacuna triple vírica, y un segundo grupo constituido por otros cientos de miles de niños que no habían recibido esa vacuna. Las conclusiones de esos estudios fueron claras y demoledoras: el riesgo de autismo es el mismo para ambos grupos. Es decir: la vacuna triple vírica no es la causante del autismo. Pero el daño ya estaba hecho. Durante los años posteriores a 1998, ante el miedo que se ocasionó a los padres del Reino Unido frente a las vacunas, las coberturas vacunales en ese país cayeron de forma dramática, y paralelamente subieron las tasas de niños enfermos de sarampión. Miles de niños enfermaron, cientos de ellos tuvieron que sufrir hospitalizaciones, y cuatro niños murieron como consecuencia de las complicaciones de esta enfermedad. En los últimos años, Europa está registrando miles de casos de niños y adultos con sarampión. Desde enero a agosto de 2011 se han declarado 26.262 casos de sarampión en Europa, con 8 muertos y 29 encefalitis agudas. En Tenerife, tras mas de 10 años sin brotes de sarampión hemos sufrido un nuevo brote desde marzo a julio de 2011. Ésta era una enfermedad en vías de erradicación a nivel mundial, y la Organización Mundial de la Salud había planificado su eliminación para el año 2007, que se ha tenido que aplazar hasta 2015. Esperemos que se cumpla el objetivo, y que junto a la Viruela- primera enfermedad erradicada del mundo en 1977- el sarampión sea otra enfermedad que quede en la historia de nuestros hijos. Precisamente para conseguir este último objetivo, en julio de este año se ha introducido un nuevo cambio en el calendario de vacunaciones de Canarias, adelantando la vacunación con Triple vírica a los 12 meses de edad.
* Pediatra