La Navidad es un conjunto de usos, ritos y costumbres ligados al ciclo anual, cuyo punto de partida es la conmemoración del nacimiento del niño Enmanuel -literalmente, Dios con nosotros-, el mesías neonato de los textos que conforman el relato bíblico de la natividad. Los orígenes de esta fiesta solsticial están bien documentados y es harto conocido su ancestral germen en creencias y ritos de diferentes culturas, que la iglesia cristianizó y adoptó como propias. Un ejemplo es el milenario dios persa Mitra, que nació un 25 de diciembre, hijo de una virgen, adorado en su gruta por pastores y magos.
También los antiguos romanos celebraban el 25 de diciembre el nacimiento del sol invicto. Esta fecha no se concretó en el ámbito cristiano hasta el siglo IV.
En Canarias, el ciclo de Navidad constituía una época del año cargada de tradiciones que iban desde la elaboración de todo un recetario gastronómico hasta la interpretación de danzas, melodías diversas, representaciones teatrales y ritos que cabalgaban entre lo pagano y lo religioso. Desde hace algunas décadas, la implantación ortopédica de imágenes como la del gordinflón Santa Claus (un icono inventado por la Coca-Cola en el año 1931), los mensajes cursis que se mandan masivamente por los móviles, los machangos rojos trepando por los muros y los catálogos de juguetes, constituyen la quintaesencia de lo hortera, que ha venido a instalarse de forma casi inevitable en lo que algunos llamamos la Navideishion.
Está claro que las costumbres evolucionan y que hay que ponerse a la altura de los tiempos. Pero no está de más que, al menos, les demos a conocer a nuestros hijos esa otra Navidad, que fue el escenario temporal de un rico conjunto de expresiones de gran valor artístico y etnológico. En próximas entregas hablaremos de algunas de ellas.