Imaginen ustedes tres estanques interconectados y llenos de agua. El primero es el mundo de los créditos bancarios, los fondos de inversión y eso que se llama “capitalismo de casino”. Un mundo que empieza a acumular tanta agua que las paredes comienzan a agrietarse, porque existe más dinero que la capacidad real del estanque, y el agua comienza a escaparse a chorros por los agujeros, perdiéndose en la tierra.
El dinero -el nivel del agua del primer estanque- comienza a descender vertiginosamente. Las grietas producidas por el exceso de volumen líquido empiezan a cerrarse, porque ha bajado la presión. Y por la tubería que conecta al primer tanque con el segundo entra un nuevo chorro de agua que viene a sustituir a la que ha desaparecido.
Ese segundo estanque es el que alberga el agua de las deudas soberanas de los países y las deudas privadas de todas las economías de estos países: un sistema de créditos cruzados y promesas de pagos futuros. Y el nivel de este depósito empieza a bajar bruscamente porque está sirviendo para rellenar al primero que se ha vaciado.
El tercer estanque es el de los sistemas bancarios, los depósitos de capital y el ahorro de millones y millones de ciudadanos. Y el nivel del agua en este segundo depósito también comienza a bajar, porque está sirviendo para rellenar a los otros dos, sustituyendo el agua que ambos han perdido.
Esta visión de sobre de azúcar de las tres crisis que estamos viviendo no es, por supuesto, demasiado ortodoxa. Pero es muy gráfica. El gran problema de los países desarrollados es que funciona con una masa monetaria que constituye una promesa de pago futuro. Es decir, que es tal el nivel de dinero que se mueve, de créditos emitidos o asumidos, que no sólo representa la capacidad real de producción de bienes y servicios de un país en un momento dado, sino a su teórica producción venidera. Dicho de otra manera, estamos trasladando deuda hacia nuevas generaciones y externalizando el pago de nuestro presente hacia el futuro. Como en el caso de una familia que se compra a crédito una casa muy cara, la hipoteca no sólo la pagarán sus hijos, sino sus nietos.
Debo aclarar que el agua que llena los tres depósitos es la representación de un bien escaso y limitado, que los gobiernos han usado como abundante e ilimitado, y que no es otro que una cosa llamada riqueza: la acumulación del sudor de cientos de millones de idiotas como usted y yo.