EFE | Guadualito (Ecuador)
La contaminación de los rÃos supuestamente provocada por la minerÃa y la palmicultura ponen en peligro la vida de los awá, un pueblo indÃgena de unos 4.000 miembros que vive en la rica región del bosque del Chocó, en el norte de Ecuador, rodeados de una intensa actividad extractiva.
“Aquà tenemos dolores de estómago y manchas en la piel, como hongos, que se han venido propagando” entre la población por beber agua, afirmó a Efe el profesor Efrén Alvarez, de Guadualito, una comunidad de unos 130 habitantes a seis kilómetros de Colombia cuyo perÃmetro está rodeado en más de un 60% de cultivos de palma.
Lo atestigua Diego, de 4 años, que se levantó la camiseta para enseñar unas manchas blancas en su pecho, que antes se extendÃan por todo el torso, los brazos y la frente.
“Hay niños con granos, inclusive me he tomado el abuso de decir que compren agua embotellada. Es un herpes que se va extendiendo en la piel. Y los niños se contagian unos a otros”, explicó la cocinera de la escuela, Ludibia RamÃrez, una refugiada colombiana que en su paÃs era promotora de salud.
Los habitantes de Guadualito usan el agua de un rÃo contiguo para beber, cocinar, lavar la ropa y bañarse, pero se quejan de que está sucia desde la expansión del cultivo de palma en la zona a finales de los 90, pues las empresas lavan los equipos en el caudal y fumigan hasta los márgenes del rÃo.
En noviembre aparecieron flotando decenas de peces muertos, supuestamente porque trabajadores de una plantación usaron productos quÃmicos para pescar, según varios miembros de la comunidad.
“Estoy preocupada porque la semana pasada el agua fue envenenada, y el otro rÃo queda muy lejos”, recalcó Santacruz Llanocati, de 18 años, mientras daba el pecho a su hija de cuatro meses a la puerta de su casa, una humilde construcción de madera de una sola pieza de unos treinta metros cuadrados.
Historias parecidas se repiten en muchos asentamientos en las provincias de Esmeraldas y el Carchi, en el norte del paÃs, donde abunda la explotación ilegal de oro.
El presidente de la Cámara Minera de Ecuador, Santiago Yépez, reconoció que “en estos rÃos corre desde combustible a mercurio, arsénico y otras cantidades de componentes quÃmicos que simplemente te sirven para separar el oro o mineral que se esté extrayendo de la roca”.
Yépez aclaró que lo achaca a las mineras ilegales, que no forman parte de su entidad, y que según él cuentan con máquinas “de miles de dólares” y “dragan los rÃos y crean piscinas donde vierten los quÃmicos”.
El Gobierno negocia actualmente la introducción de la minerÃa a gran escala en Ecuador y enfatiza que esas empresas respetan el ecosistema, al contrario que las operaciones ilegales.
Guadualito, ubicado en una de las áreas más biodiversas del mundo, es una de las 7 comunidades awá afectadas o seriamente amenazadas por contaminación de aguas, recalcó el presidente de la Federación de Centros Awá del Ecuador (FCAE), Manuel Taicus.
“Siempre ha habido problemas con madereras y ahora con mineras. Nos están presionando y quieren acabar con nuestras aguas. Ya ha pasado en la comunidad de abajo, donde el rÃo es puro guarapo (suciedad)”, dijo Juvencio Nastajuaz, lÃder de la comunidad de Pambilar.
Ese rÃo, el TululbÃ, abastecÃa a la comunidad afroecuatoriana de Minas Viejas, que está contigua a Pambilar y que permitió a mineras entrar en su territorio. Hoy sus habitantes deben beber agua embotellada y el rÃo fluye espeso y oscuro, a pesar de que el Gobierno hace unos meses paralizara la explotación.
“No te puedes ni bañar, baja con demasiados quÃmicos. Damos talleres a la gente para que no utilicen el agua, porque trae enfermedades. Si a los peces les han salido manchas, peor con un ser humano”, destacó Leonardo Arroyo, presidente del Seguro Campesino de la parroquia Ricaurte, que incluye a varios pueblos afectados por la minerÃa.
A pesar de que los awá creen que todos los elementos de la naturaleza, como el agua o una piedra, están vivos y deben ser respetados, el dinero fácil tienta a algunos de ellos.
Las empresas “les compran la consciencia y estos convencen a otros, lo que provoca una fracción en la comunidad a favor y en contra de la minerÃa”, sentenció Taicus.