Nadie puede discutir hoy que el Tenerife no mereció ayer sumar un punto. Que el filial del Atlético de Madrid le dio un pequeño baño y le pudo hacer tres goles sin despeinarse, y que sólo la fortuna y la madera evitó la primera derrota en el Heliodoro RodrÃguez López de esta extraña temporada. Nadie puede negar que ayer el Tenerife volvió a tener la potra de sacar un punto cuando sus deméritos lo condenaban a palmar en casa. Otra vez, y ya van demasiadas, escapó vivo de un rival que nuevamente dejó en paños menores a un Tenerife timorato y dubitativo. Lo decÃa al terminar el choque el entrenador visitante, una institución como Milinko Pantic, que no se cortaba al reconocer que el Tenerife no es favorito ni para equipo fotogenia de la categorÃa. Lo podemos maquillar, disfrazar, camuflar, pero el algodón no engaña. Y en 16 jornadas de liga, y eliminados por el desconocido Cerceda en la Copa del Rey, el Tenerife va como alma en pena en Segunda B. ¡Y es tercero!, ahà la gran contradicción de la temporada, por eso la califico de extraña.
Me llamó la atención también escuchar a Antonio Calderón al terminar el partido decir que la afición habÃa salido enfadada, pero menos que el anterior partido en casa ante el Celta B. Por lo menos ya hemos avanzado algo: de un nivel 8 de cabreo, hemos pasado a un nivel 7. Pero la afición sigue descontenta, y eso es una gran verdad; el equipo sigue perdido, y eso es otra verdad; los rivales nos perdonan cada semana, y eso es otra verdad como un templo. Y mientras tanto, nosotros esperando que en invierno se refuerce al equipo para que en primavera juguemos a algo y conseguir en verano ser candidatos al ascenso. Y quedarnos con eso es, de momento, como la pelÃcula de Arnold Schwarzenegger: mentiras arriesgadas.
Sigan bailando.