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Miguel Martín: “La Caldera era un lugar religioso de primer orden”

Miguel Martín González acaba de publicar en la revista Iruene sus últimas investigaciones. | DA

DAVID SANZ | Santa Cruz de La Palma

Miguel Martín González ha dedicado buena parte de su investigación sobre la prehistoria de La Palma a descifrar el significado de los amontonamientos de piedras o, como él los denomina, las catedrales prehispánicas y su relación con los astros. Esto le ha hecho ser, en cierta medida, un outsider de la ciencia más oficial, que, sin embargo, parece que poco a poco le va dando la razón.

-¿Cómo se inició en el mundo de la investigación prehistórica?

“Estudié Historia en la Universidad de La Laguna, donde hice las asignaturas de la especialidad de Prehistoria. Luego saqué las oposiciones de Secundaria y eso me liberó bastante para poder dedicarme a la investigación en arqueológica. Y así empecé con la gente que hace arqueología en La Palma. Pero sentía que todo lo que se hacía era arqueología descriptiva y me faltaba la otra parte en la que los arqueólogos no entran, que es la cognitiva”.

-¿A qué se refiere con cognitiva, a que es interpretativa?

“Es intentar penetrar en lo más profundo del pensamiento de ellos a través de cualquier manifestación material, escritura, comparación etnográfica con otras culturas, etc.”

-Este método le ha llevado a apartarse de la academia. ¿No le preocupa?

“Sí algo raro se me ha visto, pero diez años después empieza a aceptarse y hay quien me llama, que ya reconoce que en parte puedo tener razón. Cuando uno inicia algo diferente, fuera del sistema establecido, más allá del academicismo, te tratan como a un bicho raro. Pero cuando uno lo tiene claro, tiene un sistema, una relación y lo puedes demostrar científicamente no hay más. Entrar en una investigación diferenciada es complicado a al principio, pero cuando las cosas se hacen bien, están razonadas y científicamente demostradas, la evidencia cae”.

-Uno de los temas de su investigación son los amontonamientos de piedra, ¿qué significan?

“Se conocían desde hace tiempo y ya hubo en los cincuenta una arqueólogo grancanario que los relacionaba con los astros. Pero esa parte de la investigación quedó marginada porque no se conocía el cielo. Hubo un tiempo en que se los consideraba aras de sacrificio, cuando no lo eran porque no se encontraron evidencias de huesos que hablen de restos de animales. Esas estructuras están en los bordes de La Caldera, donde hemos confirmado 63”.

-Usted los denomina templos, ¿por qué?

“Me gusta llamarlos templos porque son lugares religiosos. En el año 2003 fui a Las Lajitas, en la base del Roque de Los Muchachos, la catedral de estos templos prehispánicos, aprovechando un 21 de diciembre que coincidía con el solsticio. Empezó a amanecer a las nueve de la mañana y justo sale el sol por detrás del Roque de los Muchachos. Eso fue lo que me llevó a decantarme por estudiar estas estructuras. A partir de ahí hemos estudiado el mecanismo y entendimos el sistema para colocarlos en determinados sitios, porque no están al azar. La intención es dar la bienvenida al nuevo año. Todas están religadas, entre el amontonamiento, situado en un punto estratégico desde donde se puede observar lo más destacado de todo el relieve, que es por donde sale el sol en el solsticio de invierno. Fueron lugares estratégicos para dar la bienvenida al nuevo año”.

-Luego, tienen un carácter marcadamente religioso.

“En La Palma el dios principal era el sol, como en las culturas norteafricanas. Pero no es un monoteísmo. Adoraban a los que estaban en el cielo. Tenían un nombre, una referencia y se dieron cuenta de que el movimiento del sol es cíclico, se va desplazando a lo largo del año. El cristianismo adoptó esta cosmovisión antigua. Ellos marcaron sobre el terreno el solsticio de invierno porque era lo que le marcaba el tiempo. Estos amontonamientos relacionan el tiempo y el espacio, se encuentran en lo más elevado de la isla, el último eslabón al que el hombre podía acceder hasta los dioses. Nuestros antepasadaos conocían el cielo mejor que nosotros, que hemos perdido el conocimiento del medio”.

-¿Qué es lo que más le llama la atención de la población prehistórica de La Palma?

“De la parte religiosa, me sorprende cómo controlaban la naturaleza, cómo sabían en cada momento dónde situarse para orientarse tanto en el espacio como en el tiempo. Era gente muy religiosa y buscaban en el cielo los conocimientos que le faltaban. El cielo le daba respuesta a todo. También en la misma naturaleza, en el terreno, las nubes, los árboles, todo era espíritu. El hombre formaba parte de la naturaleza y hoy estamos acostumbrados a que sea nuestra sirvienta”.

-¿Esta práctica de los amontonamientos era singular de la isla de La Palma?

“Es general. Se daban en otras islas, como El Hierro y La Gomera, que son las que mejor conozco. Y la base es la misma aunque varían pequeños detalles sobre cómo son los amontonamientos. Pero en todos ellos el movimiento está dirigido al cielo. Se repite aunque cada una tiene sus connotaciones”.

-¿Este trabajo le obligaría a estudiar astronomía?

“En la Universidad no recibí conocimientos de astronomía y tuve que estudiarla por mi cuenta a un nivel básico, pensando en lo que ellos podían percibir y poder acercarme así a lo que ellos conocían”.

-¿Qué era la Caldera de Taburiente para los habitantes prehispánicos de la Isla?

“Tradicionalmente se ha tenido como zona de pastoreo en la época prehispánica. Pero no se iba en cualquier año. Había un consejo de ancianos que decidía cuándo el fruto de la flor caía al suelo para subir. Por eso antes la biodiversidad era superior. Todo lo que sea relacionado con la naturaleza nosotros somos los primitivos. Pero La Caldera era un lugar religioso de primer orden, porque los mayores restos arqueológicos de carácter religioso están allí (grabados rupestres, amontonamientos de piedras, canales y cazoletas). Si eso está es porque había un sentido religioso profundo y muy fuerte de ese lugar. Cosa que no sucede en Cumbre Vieja. El dualismo, la zona religiosa y la profana. Ahí estaban los iruenes, los espíritus malignos, era una zona que no se podía sacralizar”.