La apertura del sumario de Las Teresitas, y la publicación de su contenido estos días, está provocando una enorme sensación de confusión y cabreo. La gente se pregunta cómo es posible que Zerolo y el resto de implicados en el caso hayan sido desimputados de la acusación de cohecho, si todas esas informaciones que ahora se están publicando son ciertas. Y ése es el asunto: que la juez Bellini y la fiscal Farnés no han podido probar que las afirmaciones recogidas en el sumario sean verdad. A todos los efectos, lo que ahora se publica (de hecho, ya se conocía casi todo a raíz de las continuas filtraciones de la instrucción) es lo que los abogados denominan “literatura policial”. Pero si lo que se cuenta no se ha podido probar… ¿Por qué se publica con tanto ruido?
Los afectados insisten en que detrás de la historia de Las Teresitas hay una guerra política, y que lo que no se ha podido lograr por medio de los tribunales, se ha hecho en los periódicos. Eso es verdad, pero sólo una parte de la verdad: lo que se publica en los periódicos, aunque sólo sea literatura policial, es de interés público, aunque resulte lamentable que aparezcan negro sobre blanco -en el totum revolutum del sumario- acusaciones realizadas de forma anónima contra personas que nada tienen que ver con esta historia. La reproducción de conversaciones privadas ajenas al caso, es también otra forma de hacer ruido y aportar morbo y confusión a una investigación que parece cada día más perdida.
Siempre he creído que el caso de Las Teresitas son dos cosas: primero, ese pelotazo de libro del que tanto se ha hablado, y que la Justicia investigó tarde y mal, poniendo el foco sobre el Ayuntamiento de Santa Cruz cuando debería haberlo puesto sobre el origen de la operación, la filtración del Supremo, las andanzas del abogado Hayeck y otros asuntos empresariales. Si no se hizo así fue porque el caso de Las Teresitas es -también- una causa enunciada y dirigida políticamente, en la que se dio más valor a acabar con Zerolo que a esclarecer quién se benefició de verdad con el asunto y con qué complicidades. Me temo que eso ya nunca se sabrá. El escándalo se diluye en el morbo de las conversaciones, y a los ciudadanos se nos reparte una contundente ración de basura sin consecuencias legales. Otra vez, la misma historia de Tindaya o del caso Eólico: mucho ruido en prensa y muy pocas nueces en los tribunales.