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New York, New York > Elba Navarro

   

Llevo poco tiempo viviendo en este país. Aún así, ya me he acostumbrado a lo bueno. Para mí, las limusinas y los rascacielos son parte de la vida cotidiana, aunque para muchos sean sólo imágenes de una película o serie de televisión. Por cosas del destino, en menos de cinco días he tenido el placer de recorrer algunos de los escenarios cinematográficos más reconocidos de la historia, y todos ellos en una misma ciudad: Nueva York. Hay experiencias que muchos hemos vivido dentro de un cine y que nunca te planteas si son reales y, mucho menos, cómo serían si de verdad existieran. Pues les cuento que unas son mejores que en el cine y otras… no tanto. Por ejemplo: la pista de patinaje del Rockefeller Center, famosa por cientos de películas, entre ellas Sólo en casa, es…, cómo decirlo sin ofender a nadie…, bastante pequeña. Vamos, que la gente patina por turnos y en ocasiones deslizarse se convierte más en una cuestión de inercia que de deporte. Por otro lado, está la archiconocida y mundialmente famosa Times Square, que, pese a ser una plaza tamaño compacto, impresiona varias calles antes de llegar a ella. Creo que nunca en mi vida había visto tanta luz en mitad de la noche. No me extraña que la llamen la ciudad que nunca duerme. ¡Con esa claridad, es imposible!

La ciudad hay que patearla y perderse en ella para disfrutarla, pero en este punto me gustaría hacer una aclaración. Cuando en las guías pone “perderse en la ciudad” es una frase hecha. Así que sin ven un ferry que no saben muy bien a dónde va, no lo cojan, ¡aunque sea gratis! Sin embargo, coger un barco y aparecer en quién sabe dónde, nos ayudó a descubrir que uno de los grandes tópicos de Nueva York no es cierto ni por asomo. ¿Cuántas veces han oído que en las grandes ciudades todo el mundo va a lo suyo y te puedes morir en el metro que, hasta que no hueles a cadáver, nadie se da cuenta? Pues permítanme que les diga que cinco canarios con tarjetas de crédito, pero sin bono de transporte ni dinero en efectivo, hicieron tres trasbordos en guagua totalmente gratis, gracias a la amabilidad de los chóferes. Ellos entendieron que en la ciudad de los rascacielos muchas veces es difícil ver lo que te rodea, como ocurre en la vida, cuando un árbol no te deja ver todo el bosque. Así que un 10 a la humanidad de los neoyorquinos y un 11 a esos canarios que compartieron nuestra experiencia. Y toda esta melancolía es porque se acerca Navidad y una tiene su corazoncito…, y añora a su tierra y a su familia.