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La cosa está muy malita, eso no se le esconde a nadie y hasta vergüenza debería darme abrir un artículo así. Pero francamente nunca pensé que estuviera tan rematadamente mal como para prescindir de la aparición estelar de los Reyes en el Heliodoro, momento que muchos niños, y casi más padres, esperan con singular ilusión durante las Navidades.

Vale que no vinieran ya en helicóptero. Todos sabemos que los helicópteros en Canarias están reservados a más altas instancias. Pero aunque llegaran en una pick-up al estadio (qué idea), por lo menos hacían una entrada triunfal, ataviados en su habitual estilo carnavalesco (perdonen la matraca monárquica, pero cómo molaría que el Jefe del Estado se apareciese de esa guisa por los actos públicos, más ahora que lleva esas gafas de sol).

Como los críos de hoy ya vienen resabiados de fábrica, a partir de una determinada edad a muchos el espectáculo les aburre, o no les parece que tenga comparación con lo que han visto en la play. Pero sólo con uno que flipe, que abra los ojitos y la boca como diciendo “esto es lo más grande que voy a ver en toda mi vida”, se compensan de sobra las miradas escépticas y los “vámonos ya” del resto de niños.

A pesar de que el Ayuntamiento ha programado muchas más actividades para las navidades santacruceras, perder el acto en el estadio es perder algo especial. Además, nos estamos privando de casi la única ocasión del año en la que veremos lleno el Heliodoro. Y eso la afición tampoco se lo merece.