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Una simiente del Caribe cambió la historia palmera

   

Un grupo de breñuscos posa ante la iglesia de La Concepción, en Breña Alta, a principios del siglo XX. / Foto: cedida por la Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía de Canarias (FEDAC) / Autor: anónimo

AGUSTÍN M. GONZÁLEZ | Santa Cruz de Tenerife

La de La Palma es una historia de ida y vuelta, un relato de viajes y retornos, de salidas y llegadas, de encuentros e intercambios. El regreso a la Isla de unos indianos a mitad del siglo XIX cambió el futuro de esta tierra lastrada por el yugo de la pobreza y la emigración. Fue sobre los años cuarenta cuando trajeron a La Palma desde Cuba las primeras semillas de tabaco, popularmente llamadas pelos de oro. Gracias a ellas, muchas familias palmeras pudieron subsistir durante la posguerra con el cultivo del tabaco. Hombres y mujeres cooperaban en las labores, tratando con mimo las delicadas hojas, que acababan atadas en manojitos en largos cujes, palos dispuestos horizontalmente, para su secado.

Las mujeres eran las que por las noche hacían guardia en los semilleros con jachos o antorchas encendidas, para evitar que las pequeñas plantas fueran atacadas por las roscas, que aparecían como una plaga tras la puesta del sol. Una vez secas, las hojas se seleccionaban y se amontonaban en capas de diferentes tamaños, colores y textura. El siguiente paso correspondía al artesano, que en su tabla de madera echaba mano de la cuchilla para dar forma a los puros palmeros, tan apreciados por los buenos fumadores. Así nació un cultivo y una industria artesana que mantiene su tradición hasta la actualidad, en toda la isla de La Palma, pero muy especialmente en Breña Alta. Hablar de La Breña es hablar de tabaco, de puros y de pureros. Muchas hectáreas se dedicaron -y se dedican- en este municipio al novedoso cultivo, que en el siglo XIX ya estaba muy extendido en tierras americanas, y que en Cuba tenía a los canarios, precisamente, como trabajadores especializados. Los indianos enviaron remesas de semillas e introdujeron el cultivo del tabaco en las medianías palmeras. Incluso, adquirieron pequeños lotes a los terratenientes cuando se produjo la crisis de la grana, tras el auge de los tintes artificiales.

El tabaco de La Breña adquirió pronto arraigo, calidad y fama, hasta el punto de que estuvo presente en la Exposición Universal de París, en 1867, y hacia 1880 ya se afirmaba que la variedad de tabaco palmero Breña competía con lo mejor de las famosas vegas de Cuba. Hoy en día siguen siendo muchos los pureros que lían tabaco en Breña Alta y contribuyen a la prosperidad de un pueblo y de una Isla que ya siempre olerán a tabaco.