En estos dÃas fallecÃa una persona relevante, un ser humano que realmente aportó a la vida pública en general y a la de su paÃs en particular. Vaclav Havel, presidente de Checoslovaquia durante varias legislaturas, no pasó desapercibido sino que con su ejemplo nos ha dejado un legado de lo que es la polÃtica y cómo ésta es posible ejercerla con dignidad y sentido crÃtico… Dramaturgo y polÃtico fue autor de obras de teatro y ejerció la presidencia de su paÃs durante un buen puñado de años. Es conocido su compromiso con las libertades y su crÃtica al comunismo. Pagó su lucha por las libertades con la cárcel y fue perseguido durante años. Su especialidad, el teatro absurdo: una inteligente manera de desafiar a un régimen polÃtico opresor de los derechos de las personas. Su última obra de teatro la tituló La retirada y trata, según parece, de los peligros que acechan a los polÃticos y las consecuencias de caer en las tentaciones que ofrece un mundo de privilegios y prerrogativas sin cuento. Efectivamente, Havel fue un polÃtico que dirigió durante trece años los destinos de su tierra. Un polÃtico atÃpico pues no procedÃa de la nomenclatura de un partido ni habÃa sido anteriormente alcalde o cargo público. VenÃa de la cárcel y del ejercicio de la literatura. Por tanto, su sensibilidad hacia la polÃtica estaba liberada de las deformaciones propias de quienes llegan a las más altas magistraturas pensando en las mieles del poder, en la dirección, en el mando, en situarse a como dé lugar en la cúpula. Más bien, Havel, según sabemos, se condujo esos años de presidencia como un intelectual. Como una persona que sabÃa que el poder es un instrumento para hacer el bien a todos cuantos integran la nación. Pero también se dio cuenta desde el principio de que el poder, contemplado y vivido como un fin, podÃa dar al traste con la vida de las personas y convertir a los mandatarios en esclavos y dependientes. Quizás por eso llamaba mucho la atención que en la antesala del despacho presidencial que utilizaba en el gran palacio de la presidencia de su paÃs hubiera un patinete con el que solÃa desplazarse por las regias estancias de su lujosa mansión. Havel, además, escribió y habló en numerosas ocasiones acerca de la función polÃtica, acerca de la más noble de cuantas actividades existen en la vida. En una oportunidad, durante la entrega de un premio que le dieron en nuestro paÃs, tuve la fortuna de escuchar su parlamento. Por entonces, serÃa el año 1995 o 1996, el galardón que le concedieron distinguÃa trayectorias honestas, honradas, de polÃticos de ese tiempo. Sus palabras, desde luego, no dejaron a nadie indiferente porque un intelectual es una persona acostumbrada a la exigencia y a la crÃtica, una persona implacable con la adulación y la sumisión. En concreto, recuerdo de aquel dÃa que glosó una experiencia personal. Comentó, en tono irónico, que cuando llegó a la presidencia del paÃs aparecieron ante sà toda una serie de ventajas y privilegios que lo separaban de su vida anterior. No tenÃa que hacer cola en los aeropuertos para tomar el avión, pues la presidencia disponÃa de avión propio. No llevaba dinero en el bolsillo porque los gastos de manutención corrÃan de cuenta del erario público. Un coche oficial le conducÃa donde fuera necesario. Estas prerrogativas, le decÃan sus asesores, eran propias de la elevada tarea a que habÃa sido convocado por el pueblo checo. Se trataba, le susurraban, de exigencias propias para un mejor servicio al interés general. Pues bien, la cuestión que Havel se preguntaba en voz alta ante el auditorio que serÃa testigo del premio justamente otorgado era si algunas veces el uso de esas prebendas o privilegios no podrÃa hacerse para el interés propio, para el interés personal en lugar de al servicio del interés general. El dilema, desde luego, retrata una personalidad rebelde, poco acomodaticia, un alma exigente, una personalidad autocrÃtica. Tal consideración, en los tiempos que corren, constituye un magnÃfico aldabonazo en la conciencia de no pocos hombres y mujeres que se dedican a la actividad pública, pues en tantas ocasiones el poder y el mando, más que en un servicio, se convierten en una peligrosa obsesión. Por eso Havel está de actualidad y sus enseñanzas son muy adecuadas para que la polÃtica no pierda su referencia ética y vuelva a ser esa gran tarea de servicio a la comunidad.
*Catedrático de Derecho Administrativo | jra@udc.es