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Vocación al servicio de los más humildes

   

David Fagundo (a la derecha, agachado), junto a jóvenes de una de las escuelas en Asunción. / D. FAGUNDO

JOSÉ LUIS CÁMARA PINEDA | Santa Cruz de Tenerife

Licenciado en Derecho por la Universidad de La Laguna (ULL) y sacerdote desde hace tres años, el jesuita tinerfeño David Fagundo Trujillo siempre tuvo clara su vocación de servicio a los demás. Por eso, cada cierto tiempo aparca su labor pastoral en una pequeña parroquia de Gran Canaria y se marcha a algunos de los rincones más desfavorecidos del planeta.

El año pasado, por ejemplo, vivió durante unos meses con refugiados y retornados en Sudán, un territorio marcado por las guerras y el hambre, que lleva décadas en permanente conflicto. Ahora, de nuevo como coordinador de proyectos de la ONG Entreculturas -perteneciente a la Compañía de Jesús y dedicada a la promoción educativa y el desarrollo de comunidades en exclusión-, David Fagundo se encuentra en la zona del Bañado Norte, en el barrio de Trinidad, uno de los más humildes de la capital de Paraguay, Asunción.

Su principal tarea, como él mismo explica a este periódico, consiste en “ayudar en tres escuelas de Fe y Alegría, una red que fomenta la educación en países de América Latina, y que cuenta con el apoyo de Entreculturas”. “Se dice que estas escuelas están donde acaba el asfalto, porque verdaderamente se encuentran donde más necesitados y desesperación hay”. Su objetivo es desarrollar una educación popular, dando participación a las familias y sirviendo a la comunidad.

En el Bañado Norte hay tres escuelas pertenecientes a esta red Fe y Alegría, con las que colabora la ONG española a través de su programa Experiencia Sur, que ofrece a voluntarios y cooperantes la posibilidad de trabajar en distintos proyectos, en países como Venezuela, Ecuador, Chile, Paraguay o El Salvador.

“En esta zona del Bañado Norte se han asentado muchos inmigrantes del interior del país, que trabajan en la venta ambulante, en el sector servicios o se dedican al reciclaje de basura”, expone David Fagundo, quien reconoce que lo más gratificante de esta experiencia es el poder convivir con “gente sencilla y servicial que, a pesar de que apenas cuentan con recursos, siempre están dispuestos a ayudarte en lo que necesites”.

Después de casi cuatro meses en Paraguay, el jesuita lagunero se ha convertido en un residente más del barrio, en cuya escuela imparte educación básica a los niños de la zona. “Aquí no hay escuelas públicas; algunas son parroquiales, otras de órdenes religiosas; y, por último, está la nuestra, de Fe y Alegría. Los colegios suelen tener dos turnos, uno de mañana y otro de tarde, porque muchos niños tienen que ayudar a sus familias a conseguir dinero trabajando”, denota un David Fagundo que ha puesto su vocación al servicio de los más humildes del planeta.

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El drama del joven Teresio

De las tres escuelas en las que colabora David, la más necesitada es la de Caacupemi, a un kilometro del corazón del barrio. “Hay que ir caminando por una carretera de tierra, que cuando llueve se llena de charcos, y cuando hace calor resulta insoportable por el polvo. En el camino te encuentras casas de chapa y madera, algunas de ellas llenas de basura, porque la familia se dedica al reciclaje”, relata al DIARIO el sacerdote, que reconoce estar aprendiendo mucho de estos niños, de su realidad, que son muy difíciles. “Pero, a pesar de todo, nunca dejan de sonreír”. Es el caso de Teresio, un joven de 18 años que tiene una bala alojada en su cuerpo, que le disparó un amigo de manera accidental. “Lo llevaron a un hospital para gente humilde, porque a los otros no tiene acceso, pero le dieron el alta sin más. Le dijeron que se curara en casa y que más adelante le sacarían el proyectil. Su familia se ha endeudado para comprar medicamentos que le calman el dolor, pero son ocho hermanos y necesitan comer”, cuenta David, que acude siempre que puede a ver al chico, que podría quedarse parapléjico si no es operado pronto. “Lo único que le consuela es dibujar, y lo hace muy bien. Le llevé unos lápices de colores, y parecía que le había regalado un coche deportivo”, describe el jesuita canario, quien insiste en que “con muy poco podemos hacer feliz a mucha gente”. “Tenemos mucho que aprender de ellos”, añade.

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