Durante el proceso de escrutinio de las pasadas elecciones generales, una mesa electoral gallega dio por válida una papeleta que llevaba adherida una loncha de chorizo. A pesar del considerable tamaño de la loncha y de las notables manchas de grasa rojiza en el papel, el representante del concello aclaró a los miembros de la mesa que no existe nada específico en la normativa que impidiera que el voto se contabilizara a favor del Partido Popular.
Es muy posible que en el manual de la mesa no figure nada respecto a papeletas que llevan pegada una loncha de chorizo, como tampoco respecto a las que llevan una loncha de lomo, de queso amarillo o de carne enjamonada.
Lo raro es que los presentes sólo focalizarán su atención en el espíritu de la norma y no en el voto en sí, que a todas estas, es bastante penoso estéticamente. ¿Tenía alguien especial interés en que ese voto fuera a parar al Partido Popular aunque la papeleta viniera envolviendo una tableta de turrón? ¿Había presente más de un chorizo?
Desconozco si el votante quería enviar algún mensaje subliminal al partido político en cuestión o simplemente quería que su voto tuviera un sabor especial, pero parece claro que una loncha de chorizo no acaba dentro de un sobre electoral de manera fortuita. Es por ello por lo que tengo la sensación de que el votante quiso que su voto fuera nulo. ¿Por qué no lo logró?
Una loncha de chorizo es muy fina, pesa poco y se pega al papel. Si quieres que tu voto sea nulo haz como toda esa gente que introdujo propaganda de “compro oro”, una foto de Fidel Castro o un papel en blanco donde se pueda leer “nulo”. Y si tu opción convencida es la del voto nulo alimenticio, sube la cantidad de lonchas de chorizo, rellena el sobre con cilantro o incluye otro tipo de comida más contundente. Eso sí, sin salsa, para que no chorree.
Sea como fuere, la cosa es que el Partido Popular se pegó un monumental empacho en las elecciones del pasado 20 de noviembre. Y no precisamente de chorizo.