Terminaba el 2011 escribiendo sobre la conciencia colectiva para salir de esta lacra social que es el paro, y, ¿saben lo peor?, que las expectativas para el 2012 no son nada halagüeñas, más bien todo lo contrario. Pero eso es lo que dicen los expertos, porque mi impresión, la realidad cruda y dura, es que el hambre y la miseria nos observa en silencio, caminando de puntillas para no despertar una rabia contenida; y, cómo si los lamentos no fueran con nosotros, nos tapamos los oídos para no escuchar los gritos de la desesperación. Somos el club de los afortunados (estudiamos, trabajamos, cobramos una jubilación o subsistimos de los pequeños ahorros), los demás: ¡qué se jodan!
Ni siquiera aquel 15-M por el que muchos apostamos, respondió a la ilusión que había despertado/generado. La frustración profundizó aún más en las posibilidades de la movilización social, y de manera especial, la de los trabajadores. Si a ello añadimos la impopular imagen que se ganó a pulso el movimiento sindical español (CC.OO. y UGT), la indefensión es total, nos hemos quedado huérfanos de representantes que defiendan nuestros intereses. Porque la pregunta es sencilla: ¿quién, sí no es la clase trabajadora, nos va a sacar de esta tragedia económica y política?
Hoy, en éste mi primer artículo del 2012, romperé una constante en mis reflexiones semanales aquí, DIARIO DE AVISOS, y no señalaré a nadie en particular, me limitaré a generalizar, de modo que nadie sienta la tentación de meterse conmigo; es una forma de joder a los que tienen por costumbre insultarme por sistema. Pero vamos a lo que nos interesa. La cuestión es que tenemos perfectamente localizado el origen del problema, el estrangulamiento del sistema y los adversarios que lo ejecutan, entonces: ¿por qué no vamos a por ellos? Sencillamente, porque necesitamos dotarnos de una infraestructura organizativa y de dirigentes realmente comprometidos con la causa. Por supuesto estoy pensando tanto en el brazo político como el sindical de la clase trabajadora, siempre, integrados en el sistema democrático y constitucional debidamente reformados. A buen entendedor…El objetivo es claro e inequívoco: revolución social.
Siento decirlo, pero no tenemos aliados, todos parecen haberse puesto de acuerdo contra nuestra causa. Estoy realmente envenenado contra la autocomplacencia que desde muchos medios de comunicación se transmite cada día a la ciudadanía. Otros hablan, con la barriga llena, de fe y esperanza, de no sé qué misterioso poder del más allá, pero la agonía de muchísima gente no entiende de creencias y buenaventuras, sino de un trabajo que dignifique su existencia, sin tener que arrodillarse a pedir la limosna institucional.
Algo haré para recuperarla, no puedo permitirme el lujo de perderla, pero es la primera vez que siento decaer mi rebeldía, tal vez esté influenciado por la impotencia y el desánimo que cunde en la clase trabajadora, aunque tarde o temprano, esto tiene que reventar por alguna parte. Hasta que ése día llegue, ojalá qué sea más temprano que tarde, ésta es mi consigna: ¡Rebeldía!
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