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José Alberto Cabrera: “Ahora tengo ganas de retomar la pintura”

el artista palmero José Alberto Cabrera, donde ha creado una estampería. | ACFI

DAVID SANZ | Santa Cruz de La Palma

La única estampería que existe en Canarias se encuentra en una pequeña y antigua casa situada en una de las esquinas del Castillete. Fuera de toda lógica, el Plan General de Ordenación de Santa Cruz de La Palma tiene previsto derribar este inmueble. Confiamos que cambie o se produzca en un futuro inalcanzable. Allí tiene su taller de grabado el artista palmero José Alberto Cabrera, donde ha creado esta estampería como un pequeño universo artístico en el que disfrutar de su arte y conocer el proceso creativo del grabado. “La gente empieza a tomar interés e incluso empiezan a comprar”, reconoce Cabrera, quien entiende que “lo bueno del grabado, a diferencia de otras técnicas, es su poder duplicador”, llegando así a un público más amplio.

-¿Cómo llegó a interesarse por el arte del grabado?

“El primer contacto con el grabado fue a través de una exposición de Goya que, si no recuerdo mal, se realizó en la Casa Salazar cuando estudiaba en el colegio APB. La época negra de Goya siempre me llamó mucho la atención. Hasta que encontré la oportunidad de acercarme al grupo del Taller, con Jorge Lozano, Loló Fernández, Facundo Fierro, Óscar Benítez y Günter Fischer. Ellos también necesitaban a alguien que estuviese allí, que trabajara con los artistas en el proyecto. A mí me servía para aprender las técnicas clásicas, experimentar y estar en contacto con otros artistas. En aquella época iba por otros caminos”.

-¿Cuáles eran esos caminos?

“Entonces trabajaba otro tipo de soporte y disciplina, como la pintura. El grabado no era mi primera necesidad aunque me gustaba mucho. En 1992, con las Olimpiadas, la Caixa aceptó una exposición de mi obra y me marché a Barcelona. Y por mil cosas que sucedieron de carácter familiar me quedé a vivir allí hasta el año 2003 que regresé. La verdad es que yo siempre he querido estar aquí, en La Palma”.

-¿Cómo fue esa etapa en un ciudad tan competitiva en el arte como Barcelona?

“Bien. Es complicado. Es más competitivo y tenías la sensación de venir del sur”.

-¿Era muy elitista?

Sí, cosa que Madrid no. Tus orígenes, de dónde vienes, se tienen en cuenta. La gente que conocí son amigos para toda la vida, pero en el mundo del arte se valoran otras cosas que no es la obra. Además en esa etapa surgieron posibilidades de ir a París, Bruselas, Holanda, etc”.

-¿Cómo fue el reencuentro con La Palma?

“Fue difícil. El reloj va con otras pautas, no hay tanto estrés, todo es para mañana. La obra se analiza desde el punto de vista técnico más que del emocional o expresivo. Pero, en breve, te adaptas, porque es tanto lo que te aporta, tu gente, tus amigos, tu paisaje, tu clima. Pepe Dámaso me decía: ‘Alberto, primero está la vida y después el arte. Ha habido momentos en mi vida que todo estaba supeditado a proyectarme en el arte y y te olvidabas de todo lo demás”.

-Digamos que en La Palma ha recuperado de alguna manera ese placer de vivir.

“Muchísimo. Aquí las canas tienen otro sabor, te van saliendo de otra manera, no las notas tanto. Como artista, me gusta arriesgarme. Me gusta recurrir a la disciplina del creador antes que quedarme solo en la técnica. Aquí se valora más el dominio de la técnica para llegar a una imagen que el recurso intelectual y el sufrimiento de innovar”.

-¿El regreso marcó también un cambio artístico?

“En Barcelona tenía la oportunidad de acceder a otro mercado. Allí se consume otro tipo de obra. En cambio aquí, en La Palma, el consumo para poder sobrevivir es el de una obra más bien objetual que conceptual. Lo que tuve que hacer es volver a las técnicas y buscar un lenguaje más cercano a la gente”.

-¿Volvió entonces a la actividad del grabado?

“Cuando regresé a La Palma, una amiga sevillana que vivía aquí me ofreció la posibilidad de comprar un tórculo (prensa con la que se presiona el papel sobre la plancha) en Galicia. La mandamos a buscar y empecé en mi casa a volver a tomar contacto con el grabado. Cuando retome la obra conceptual seré más informalista. Millares o César Manrique han trabajado las técnicas y los soportes alejadas de los clásicos como el óleo o la acuarela. Yo me fabricaba las pinturas a base de acrílicos. A veces compraba más cosas a la ferretería que a tiendas de arte”.

El artista palmero José Alberto Cabrera asegura que tiene ganas de volver a pintar. | ACFI

-No echa de menos un entorno artístico-cultural en la Isla con el que intercambiar su trabajo

“No porque esta obra no te lo pide. La otra obra sí, porque con un trabajo conceptual pretendes contar una historia o proyectar una idea, invitar a una reflexión a veces sobre el arte, lo ideal y compartir con un grupo, que haya un efecto bumerán. Aquí no. El arte también se ha vuelto más individualista. Ahora trato de aportar algo donde encuentro algún hueco, invitar a una reflexión sobre un paisaje y una obra sobre algún personajes sugerente como Leocricia Pestana”.

-¿Lo veremos pintando pronto?

“Ahora tengo ganas de retomar la pintura. Quiero hacer una exposición dedicada a Santa Cruz de La Palma, que será una reflexión sobre su pasado y su futuro. No sé cuándo la terminaré, estoy con la introducción”.

-¿Cómo ve el futuro de la ciudad? ¿Es optimista?

“Sí, mucho. Estamos aprendiendo a conservar nuestro patrimonio, a valorarlo como un atractivo para un determinado tipo de turista. La playa me parece un gran acierto, un despertar, un recobrar nuestra avenida Marítima. Estamos también intentando recuperar nuestros productos de calidad, levantar los cultivos otra vez. Yo soy optimista, siempre y cuando conservemos nuestra idiosincrasia. Creo que La Palma tiene muchos recursos por explotar, pero hay que hacerlo de puntillas”.

-¿Qué le parece el Premio Carmen Arozena de grabado?

“Es un concurso fenomenal, un motivo de orgullo para La Palma, pero creo que debería de estar más cerca del palmero y que la gente pudiera acceder a él”.

-¿Se puede ser artistas sin depender de la Administración pública?

“Nunca he ido a tocar a las puertas de las instituciones. No hay que pedir favores. Jamás he ido a pedir dinero al Cabildo porque he tenido la suerte de no necesitarlo”.