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Prietas las filas > Alfonso González Jerez

Un improbable historiador de la Universidad de La Laguna se encontrará con dificultades para entender la sadomasoquista crónica del centro en los primeros años del siglo XXI. Y uno de los aspectos más difíciles de comprender será que, en una de sus horas más desgraciadas, y entregada de pies y manos al suicidio de la calidad educativa y la investigación científica, la Universidad lagunera haya elegido como rector al profesor Eduardo Doménech. Sea por su aspecto de caballero de intachable compostura en los funerales o porque los tiempos de crisis suelen gustar de figuras paternales, el hecho es que el profesor Doménech no solo fue elegido rector, sino que fue incluso reelegido, aunque en la última ocasión un candidato semi-improvisado estuvo a punto de darle un disgusto. El doctor Doménech es un busto perfecto para ornamentar tiempos de insignificancia académica y social y otoños de miserabilismo presupuestario. Al profesor Doménech le ha tocado bolañizar la Universidad de La Laguna y lo ha hecho no sólo sin despeinarse, sino incluso sin que se le escurriera un solo espagueti en sus corbatas, generalmente en tonos claros, para contrastar la autoridad edípica que emana toda su figura. Un maloliente turiferario del Caudillo llamó a Franco “Timonel de la Dulce Sonrisa”. No creo que el profesor Doménech sea un franquista, pero se ajusta perfectamente al perfil de esos demócratas sonrientes que en cuanto le borras la sonrisa comienzan a dejar de ser demócratas. A través de sus años de mandato el doctor Doménech ha dejado claro que su concepción de la democracia en las instituciones universitarias se basa, fundamentalmente, en el valor axiológico de los buenos modales. Un hombre demócrata es, para Doménech, un hombre bien educado que sabe guardar la compostura, y por tanto, nadie puede achacarle al rector que se sobreponga a la democracia si le obligan a condenar la falta de modales. Es lo que ha ocurrido cuando el doctor Doménech, utilizando una reliquia reglamentaria de los años cincuenta, ha pretendido abrir expediente a 23 representantes claustrales del alumnado afiliados a la Asamblea del Movimiento Estudiantil Canaria (AMEC). La intolerable grosería de los estudiantes ha consistido en redactar y emitir un comunicado en el que se denunciaba la negligencia de la Facultad de Psicología en la tramitación de varios centenares de becas. Hace treinta años te expulsaban de la Universidad por demandar democracia y libertad. Hoy pueden arruinar tus estudios para siempre por publicar un comunicado criticando una gestión administrativa. Para que estos avances sean posibles hacen falta rectores tan memoriosos y tan poco memorables como Eduardo Doménech.