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El Gobierno del Partido Popular (PP) ha congelado en 641 euros el salario mínimo interprofesional (SMI) en este año, 2012. Prácticamente es la primera vez que esto sucede desde su creación en 1963. Y yo me pregunto: ¿cómo una persona -y mucho menos una familia- puede llegar a final de mes con esa cantidad irrisoria para el actual coste de la vida?
Un sueldo mini que supone poco más de 150 euros a la semana para comer, vestirse y pagar el alquiler de una casa (probablemente una habitación), sin lujos, ni ahorro-colchón para casos de emergencia, ni viajes de vacaciones, ni dispendio o capricho alguno por riesgo a que se descuadren las cuentas; y sin posibilidad de crear una familia de ésas a las que tanto quiere cuidar, en teoría, el PP. Vivir sólo para trabajar, comer y dormir. Y si rechistas, pues a la calle y punto; algo que será todavía más fácil con las bonitas reformas y rebajas de primavera que están por venir. ¿El paso siguiente?: la esclavitud; eso sí, la esclavitud competitiva al estilo chino capuchino; la pobreza y la precariedad de los jóvenes sin presente y sin expectativas de futuro, enmascarada bajo el bla, bla, bla de la productividad, la competitividad, y el crecimiento matemático anual del PIB (¿o será el PIT?).

A Rajoy no le sirven los potentes argumentos de las centrales sindicales, entre ellos, que el SMI debería alcanzar el 60% del salario medio neto de cada país (unos mil euros mensuales) según la Carta Social Europea; o la pérdida regresiva de poder adquisitivo acumulada por las rentas del trabajo en los últimos años (también en tiempos de bonanza); o que el Salario Mínimo español sea de los más reducidos de Europa; sólo tiene por debajo el de Portugal.

A Rajoy no le vale siquiera la lógica más diáfana de cualquier cerebro que aún se mantenga libre de dogmas y en pleno funcionamiento: la reducción salarial (en su argot la llaman moderación) frenará todavía más el consumo de las familias; y así es imposible remontar una crisis de demanda en la que el problema base reside en el desequilibrio creciente entre rentas del trabajo y rentas del capital, a favor -saltan a la vista los galopantes beneficios- de estas últimas.

No sé a ciencia cierta a qué responde esta intuición y tal vez me equivoque. Lo cierto es que sospecho que los hijos de Rajoy, Soria, Cospedal, De Guindos o Sáenz de Santamaría jamás tendrán que padecer contratos temporales y mini salarios de 641 euros, como propugnan sus papás para los hijos de otros.

Esa coyuntura se sitúa en la estratosfera de sus marcos vitales. Es probable que todos se formen en universidades privadas, como ya lo hiciera el retoño recién casado de Aznar, para ejercer luego como flamantes asesores de inversiones especulativas, abogados del prestigioso bufete de papá o socios de una multinacional.

A no ser -Dios no lo quiera- que alguno de ellos se extravíe del azulado rebaño popular y se convierta en oveja vagabunda y negra. Pero quizás divago demasiado. Quien sabe.

mvacsen@hotmail.com