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Vidrios rotos > Miguel L. Tejera Jordán

Muchos vecinos de Santa Cruz me han comentado estos días que los iglús de color verde en que se recoge el vidrio están colmatados y rebosantes de botellas, sin que nadie se haga cargo de su retirada. Me informé al respecto y me han dicho que el servicio lo realiza una empresa nueva, distinta, por tanto, de la que se venía encargando del asunto. Lo que pasa es que, dado que han transcurrido ya muchos días desde el citado cambio, y como quiera que los iglús en cuestión siguen llenos, pues la gente está confusa.

Ciertamente, se escogió una mala fecha para cambiar a los responsables del servicio de retirada de cristales y del mantenimiento de los contenedores, pues en Navidad y en Fin de Año se genera una cantidad tremenda de vidrio, listo para ser reciclado, ello debido al cúmulo de botellas de toda clase de bebidas, empezando por la popular sidra, el más sofisticado champán y las diferentes clases, tamaños y colores de vinos blancos, rosados y tintos y de toda clase de licores. Pasa igual que con el papel los días posteriores a la festividad de Reyes. En los días siguientes a la llegada de los magos de oriente se concentran grandes cantidades de papeles de regalo y cartones, pero, sin embargo, los contenedores azules están despejados y no presentan problemas.

Me he percatado personalmente de esta situación con apenas asomarme al balcón de mi casa: todos los contenedores están bien, menos el destinado a los vidrios. El iglú verde está a tope y las botellas se asoman por cada uno de sus orificios. Encima se han caído a la acera y a la calle muchas botellas, que se rompen y representan una amenaza para la seguridad de peatones y viandantes. Supongo que la nueva empresa se estará poniendo el día, pero la verdad es que van un tanto lentos. El Ayuntamiento haría bien en ponerles las pilas, para que muevan las pantorrillas y retiren los vidrios a la mayor celeridad posible. Y de paso limpien y barran los alrededores de estos depósitos, para que nadie se corte con un trozo de cristal y tenga que pasarse por un ambulatorio a que le pongan los puntos. Los vidrios rotos no son una tontería. Por las aceras circulan a diario muchas personas, incluyendo niños y niñas que van a sus colegios y a sus guarderías, ello sin contar a toda clase de adultos y, muy especialmente, a personas mayores, o vecinos que no distingan bien los residuos que se han caído de los depósitos y se acumulan en la base de estos contenedores.

Dicho lo anterior, y en la esperanza de que se tomen medidas, no estaría de más insistir en limpiar más a fondo las vías públicas y sus aceras, no solo de la caquita de las mascotas de dueños desaprensivos, sino en general de toda clase de suciedad que se origina, especialmente, en derredor de las islas de contenedores, porque al suelo no solo caen cristales, sino también restos orgánicos y líquidos de alimentos y bebidas, los famosos lixiviados, que manchan las calles, dejándolas negras y pegajosas. La ciudad tiene que mejorar mucho más en este aspecto si realmente queremos ofrecer la imagen de una urbe limpia. La limpieza y la higiene de los espacios públicos definen la calidad de los habitantes de una ciudad. La limpieza, unida a un incremento y cuidado de las superficies verdes, son la mejor tarjeta de presentación de cualquier localidad que se precie.

Deberíamos coger recortes de Vitoria Gasteiz, la capital vasca, elogiada en toda Europa como una de las ciudades más limpias del viejo continente.