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Despidiendo el Carnaval > Benito Cabrera

El miércoles de ceniza marca el tránsito desde el Carnaval a la Cuaresma. Si una de las manifestaciones lúdicas venía representada por los ritos de blanqueo de la piel (con harina o talco), las antiguas formas religiosas para despedir los desmanes carnavalescos se basaban en cubrirse de cenizas como símbolo de conversión y arrepentimiento. A los fieles que asistían a misa se les realizaba (aún se hace en muchos lugares) la imposición de la ceniza en la frente.

A nivel festivo, lo más conocido del miércoles de ceniza es el llamado Entierro de la Sardina, muy celebrado en Canarias, con su cortejo de viudas y máscaras desconsoladas que sigue a la carroza con la gran sardina, la cual arderá como final del desfile. De origen incierto, relacionado desde hace siglos con el Carnaval madrileño, esta tradición se empieza a celebrar en Tenerife en el año 1900, tal como reseña en su tesis la antropóloga Carmen M. Barreto.

Anterior a este desfile, sabemos que en algunas localidades canarias se tomaba un tronco y se atravesaba con dos palos en sus extremos, que servían como asideros; mientras en el centro se le hacía un agujero a modo de corazón colocándosele una vela encendida. En lo alto, lo tocaban con un sombrero para darle forma de figura humana. Acompañándose de un balde con agua y una escoba, se iba rociando todo lo que se encontraba. Según parece, en algunos pueblos de Gran Canaria, como Agüimes y Agaete, alguno de estos muñecos sobrevivió, símbolo del fin del Carnaval, hasta nuestros días.

El Sancrispín de La Orotava, el Rascayú realejero o el Sansusino de Garachico vienen a ser ejemplos de entierros y quemas simbólicas, que marcan el final de una fiesta que, en realidad, se alarga en muchos pueblos y comarcas durante algunos días más.