SIN EXCUSAS >

“Europa tiembla” > Raquel Lucía Pérez Brito

El poco optimismo que había está desapareciendo. Las caídas del euro y las oscilaciones drásticas de la bolsa han provocado que el estado de ánimo se haya ido apagando. En cuestión de días u horas, los mercados y los estados se verán afectados por temas ajenos a sus economías.

Da la impresión de que el país heleno ya no puede absorber ni una reforma más. También es posible que hayan decidido, conscientemente, esperar hasta el límite de tiempo que se había establecido para aprobar las reformas con las que ya se había comprometido con el resto de la Unión Europea (UE), manteniendo así la esperanza de que, al poner a Europa entre la espada y la pared, en el último minuto, pudieran conseguir quitas mayores y evitar aumentar el sufrimiento a su población. Si llegado el momento del segundo pago del rescate a Grecia, para evitar la quiebra del país, aún no se hubieran ejecutado las reformas pertinentes, la Eurozona se vería en la necesidad de dar un paso más hacia atrás por el miedo a la reacción de los mercados contra el resto de países de la eurozona a favor de Grecia.

Europa simplemente no se fía de Grecia. Sin rodeos, la troika llegó a confirmar que no creían en la capacidad de los griegos para cumplir los compromisos adquiridos. Por lo tanto no se estaba por la labor de seguir haciendo esfuerzos por el país heleno. El pulso claro y decidido de Europa le ha puesto en una situación muy comprometida. Es evidente que este mensaje era sinónimo de admitir que Grecia podía salir del euro. Las manifestaciones, los disturbios, las votaciones hasta altas horas de la noche, no han mejorado la situación de Grecia.

Con toda seguridad, el país heleno puede vivir dentro de la UE y fuera del euro. Sin embargo, ha elegido seguir intentándolo dentro de la eurozona. Desde mi punto de vista, llegar a un acuerdo in extremis, como ha ocurrido, nunca es bueno. En estos momentos no son argumentos económicos los que me llevan a manifestar que necesitamos una unión política, económica y civil en toda Europa. Grecia somos todos y es evidente que necesita cambiar, al igual que muchos otros países, incluida España, pero tenemos que ser capaces de entender que no se puede dar la misma medicina a todos para curar enfermedades distintas.
Sigo insistiendo en que necesitamos más UE hasta convertirnos en los Estados Unidos de Europa. Si una generación completa de griegos crece con el odio hacia la UE, por considerar que se les ha obligado a tomar una decisión que consideran injusta y que ha mermado y mermará sus posibilidades de crecimiento o calidad de vida, no hace falta que explique las consecuencias que en el medio plazo puede acarrear y ese odio se extenderá como la pólvora a los países en dificultades.

La crisis de la deuda soberana me parece una nimiedad en comparación con lo que se puede comenzar a engendrar si no somos capaces de evitarlo con sentido común, que nada tiene que ver con el sentido económico.

*Economista, abogada y licenciada en Ciencias Políticas / @errelu