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Gárgamel > Alfonso González Jerez

¿Cómo contar esto? No sé. Quizás como un capítulo de Los Pitufos. Ya saben ustedes que el malvado José Manuel Gárgamel siempre ha querido destruir la aldea de los pitufos. Bueno, siempre no: desde que se dio cuenta de que los pitufos gobernarían por toda la eternidad el bosque encantado si no reducía sus setas a un revuelto con espárragos trigueros. Fíjense en Papa Pitufo: doscientos años y sigue tan campante participando incluso en cualquier Pitufomaratón que se organice en el bosque. Papa Pitufo no piensa dejar la dirección de la tribu en los próximos doscientos años. El hecho es que José Manuel Gárgamel, después de muchos años de espera, ha conseguido la fórmula para acabar con los pitufos: exasperarlos. Los pitufos, en fin, están mal acostumbrados. Durante legislaturas parecían encantadoras figuritas azules que pulsaban botones convenientes en las votaciones del Congreso de los Diputados y provocaban sonrisas y convenios que se abrían como flores perladas de rocío. Ahora Gárgamel y los suyos, en cuanto ven un pitufo cerca, sacan el insecticida. Y me temo que la pitufofobia se extenderá y agudizará en los próximos meses. Gárgamel tiene ahora un ministerio, es decir, una varita mágica capaz de inmovilizar a cualquiera o de expulsarlo a distancias siderales. Los pitufos han descubierto, súbitamente, lo pequeños que son. Pasa a menudo. Juraba José Luis Coll que en Cuenca era de los más altos de la provincia y cuando llegó a Madrid descubrió que había vivido trágicamente equivocado. El otro día el Pitufo Turista llegó a Madrid, precisamente, a entrevistarse con varias autoridades del Ministerio de Gárgamel, y cuando faltaban cinco minutos para el comienzo de la reunión lo telefonearon suspendiendo la cita. El Pitufo Turista se molestó mucho y de inmediato llamó a Pitufovisión y se quejó, con dignidad ciceroniana, por el maltrato recibido. Gárgamel se frotó las manos malignamente -incluso cuando se las lava se las frota malignamente- y ordenó, con un toque de su varita mágica, que se suspendiera la próxima reunión. Es muy astuto Gárgamel: logro que la propia reacción de Pitufo Turista se transformara en una excusa para terminar de fastidiarlo. “Así las cosas no puede pitufar”, ha dicho Papa Pitufo, quizás sin advertir que Gárgamel, desde lo alto de su Ministerio, busca precisamente eso, que las cosas no pitufen, para señalar luego acusadoramente a los pitufos por sus tontas, ignorantes y petulantes pitufadas que impiden que todo pitufe como Dios manda, como en el resto de España. Gárgamel está dispuesto a todo. Hasta ha admitido, demostrando de nuevo su perverso sentido del humor, que se designe a Pitufina delegada insular del Gobierno en La Gomera. Mientras tanto la gente sigue quedándose sin empleo, las prestaciones sociales desaparecen, las urgencias hospitalarias se colapsan y las aerolíneas suspenden trayectos a Canarias. La gente es que se queja mucho. Si no les gusta que cambien de canal y vean Bob Esponja.