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La foto de Tan Tan > Francisco Pomares

El viaje de Paulino Rivero a la comuna de Chbika, en Marruecos, no responde a los códigos de un viaje oficial: sorprende que el primer desplazamiento de Rivero al país vecino no se ajuste al protocolo tradicional, que incluye encuentro con los ministros más importantes y -si se gestiona bien- recepción en palacio. Eso fue lo que hicieron en su día Saavedra, Román Rodríguez o Adán Martín, pero Rivero siempre ha tenido ideas propias sobre todo.

En un momento en el que crece por minutos la tensión entre España y Marruecos (la llegada del PP al poder, la posición del Gobierno español sobre las prospecciones petrolíferas y algunas declaraciones militares recientes no ayudan mucho), Rivero ha preferido realizar su viaje casi de incógnito, para visitar una de las zonas de expansión turística al suroeste del reino -la región de Guelmin-, y entrevistarse con autoridades locales de segunda fila. Podría decirse que el viaje de Rivero no ha sido el de un presidente de Gobierno, sino el que haría el consejero de Turismo, rol, por cierto, en el que Rivero parece sentirse cada vez más cómodo. En el viaje, que hizo acompañado por el ministro Berriel (convertido en los últimos meses en su principal asesor y confidente en cuestiones africanas), Rivero no ha tratado ninguno de los contenciosos con Marruecos.

Ni la cuestión del petróleo, principal foco de posibles tensiones futuras, ni la de las aguas territoriales, ni la de la inmigración (frenada por la crisis), ni siquiera el proyecto -nunca formalmente abandonado- de instalar una central nuclear precisamente en la zona que Rivero ha visitado.

En realidad, el presidente no se reunió con nadie con autoridad para tratar de tales asuntos: el viaje se limitaba a la visita turística, acompañado por el alcalde de Chbika (que al parecer fue quien lo invitó) y el wali de Guelmin, ofrecida para que el Gobierno canario sea informado de los proyectos turísticos en Tan Tan y pueda (según la nota cursada por el propio Gobierno) “cambiar impresiones con las autoridades locales acerca de la experiencia de Canarias en esta materia”.

¿Qué se trajo Rivero de Marruecos en este su primer periplo? Que se sepa, muy poca cosa: la foto de un encuentro de bajo nivel con un alcalde y un gobernador y el obsequio de un darrâas saharaui, esa prenda blanca, azul y dorada que los europeos suelen confundir con la chilaba marroquí. Debe haberle gustado, porque ha dicho que volverá en marzo. A ver si para entonces decide ir el presidente y no manda otra vez al consejero.