La mejor reforma educativa, ninguna > Ignacio González Santiago

El sistema educativo español es uno de los peores de Europa, y no será por no probar cosas nuevas, ya que cada ministro o ministra que llega, del PSOE o del PP, hace su propia Ley de Educación. Quizás ese sea el verdadero problema, la poca continuidad y la parcialidad de un modelo educativo que ha sucumbido a los avatares de los partidos políticos, y así nos va. La volatilidad de nuestro sistema educativo, sometido a cambios cada cuatro años, en el fondo (contenidos curriculares) y las formas (ciclos educativos) ha hecho que sea por deméritos propios el peor de Europa. Ni el profesorado ni el alumnado son capaces de adaptarse a los fugaces cambios educativos suficientemente, ya que cuando están a punto de lograrlo viene otro ministro u otra ministra y lo vuelve a cambiar, para al final quedarse como estaba. Un desastre en el que, al parecer, ningún responsable político de este área fundamental para un país ha caído hasta ahora o, si lo ha hecho, ha sucumbido después de su propio nombramiento a la malévola tentación de desprestigiar al anterior, normalmente un profesional de la educación tan o más cualificado profesionalmente que él, pero de otro partido, o incluso del mismo, para justificarse con quien lo nombró. Profesionales todos ellos que se formaron en un sistema educativo anterior, mucho mejor que el actual, más consistente y permanente, porque no estaba sometido a los continuos avatares políticos. Sin embargo, nuestros actuales y democráticos gobernantes, desde hace unos años, han cogido la nefasta manía de cambiarlo todo tan pronto llegan al cargo, como si la alternancia consistiera en cambiar lo anterior porque sí, aunque no sea necesario o incluso conveniente, lo que en todo lo demás es una mala estrategia, pero en educación, un suicidio. El fracaso escolar español, el mayor de Europa, no se debe a que nuestros hijos e hijas sean más torpes que los del resto de los países de nuestro entorno, ni los profesores y profesoras, peores, sino a los continuos cambios en el método de enseñanza y los contenidos educativos. Al contrario que mis dos hijos, yo empecé y terminé mi educación con la ley Villar Palasí, aprobada en 1970. Ellos, sin embargo, pasaron un verdadero vía crucis educativo, LOGSE, 1990, LOPEG, 1995, LOCE, 2002, y LOE, 2006. Y entre ellos y yo, aún, nuestros inquietos ministros y ministras de educación tuvieron tiempo para aprobar dos leyes más, la LOCE, 1980, y LODE, 1985. Un caos educativo, un despropósito legislativo, una irresponsabilidad política, una barbaridad nada científica, que ha ocasionado el mayor fracaso escolar de la UE y del cual nadie curiosamente se siente culpable. El anuncio del PP de proceder a la inmediata reforma de nuestro maltrecho sistema educativo es más de lo mismo. Como si no hubieran otras cosas que reformar, primero. Ojalá algún día nombren por fin a un ministro o a una ministra sensata que se de cuenta que la reforma que de verdad hace falta es la contrarreforma, la no reforma, dejar reposar el modelo de una vez, darle continuidad a nuestro sistema educativo, que no es peor que ninguno, sino muchísimo más movido.

*Presidente del Centro Canario Nacionalista (CCN) y diputado en el Parlamento de Canarias