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Llorar al huerto > Jorge Bethencourt

Llevamos más de dos décadas escuchando decir que viene el lobo. Aunque luego no venga. Así que uno se volviendo más bien escéptico ante los apocalípticos anuncios del fin de los tiempos que a veces hacen los exportadores agrícolas de Canarias. El acuerdo de la Unión, que permite mayor acceso a los mercados protegidos de Europa al tomate marroquí, va a perjudicar seriamente el volumen de las exportaciones canarias y peninsulares. Tienen razón cuando se quejan. Bruselas es la capital del cinismo político. Pero eso ya es sabido. Los mismos argumentos que defienden mandar aviones a bombardear Libia sirven para tibios pronunciamientos literarios cuando se trata de los asesinatos de civiles en Siria. Lo mismo que se protege con aranceles a la mantequilla francesa o las industrias del automóvil en Alemania, se liberaliza la entrada de bananas centroamericanas o tomates marroquíes. Los euroburócratas juegan con las medidas económicas en una mano y las políticas en otra. Y la cartera en las dos.

Marruecos es una prioridad para la UE. Es el país tapón para contener el flujo de pobreza que viaja hacia Europa. Es un aliado y una base de operaciones en el naciente mercado africano. Los intereses de Marruecos, cuya prosperidad y lejanía del radicalismo islámico es esencial para los países dirigentes de la UE, se van a imponer siempre sobre cualquier otra política. Así que un día nos vamos a terminar metiendo el tomate, el plátano, los pepinos y las lamentaciones por salva sea la parte. Nos han dado ayudas durante casi treinta años (como a muchas zonas de Europa, vale). Nos han permitido compensaciones al transporte y medidas que rozaban las ayudas de Estado. Y durante todo este tiempo solo algunos, muy pocos, se han preparado para las duras que siempre vienen después de las maduras. Tenemos un mercado turístico que se abastece de productos agrarios de importación, porque ni somos capaces de suministrarlo nosotros. Y aún seguimos aferrados al discurso, suicida, de que un consumidor comunitario debe pagar más y además obligatoriamente por el hecho de consumir un pimiento europeo frente a uno barato de las quintas chimbambas. Ni tenemos capacidad de influencia (comparable a Marruecos), ni somos competitivos. Es irónico que sean los propios empresarios europeos los que se opongan por sistema al libre mercado y pidan subsidios y barreras. Van a terminar, literalmente, yéndose a llorar al huerto.

Twitter @JLBethencourt