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Si hay petróleo, alguien lo sacará > Manuel Iglesias

Hace tiempo, el anuncio de descubrimiento de petróleo en un territorio era equiparable al impacto de que te había tocado la lotería, sin ni siquiera haber jugado el billete. Era pasar a un estado de riqueza que llegaba por el mero hecho de tener fortuna, sin necesidad de esfuerzo propio.

Con el paso del tiempo y el conocimiento de las circunstancias esperadas o inesperadas alrededor de la actividad de la extracción de crudo, los entusiasmos ya no son incondicionales, sino que se matizan, y la gente comienza a valorar pros y contras del mundo petrolero.

En general, la opinión pública canaria se está tomando la cuestión de la posibilidad de la explotación de petróleo en aguas próximas con notable tranquilidad. Se mantiene un poco frecuente apego a uno de los lemas más practicados por la diplomacia británica, el wait to see, es decir, algo así como esperar a ver qué sucede antes de decidir. Y, por supuesto, están también los que por un lado, como José Manuel Soria, al grito de ¡riqui-rraca! se muestran favorables a la explotación petrolífera, a cualquier precio, y los que están en contra, también a cualquier precio, amenazando con la hipótesis de la apertura de una puerta a los infiernos.

Pero hay una consideración en el asunto basada en el realismo pesimista de la experiencia: si hay petróleo y éste puede ser extraído, más tarde o más temprano alguien lo hará. Es una lección que nos enseña la historia en todas partes y sería un poco de necios ignorar estas enseñanzas prácticas. Mucho más en este caso, cuando el extraer o no crudo no es decisión solo nuestra, sino que intervienen los intereses del vecino Marruecos -y los colaterales de las compañías que meten la cuchara, incluidas algunas españolas-, de manera que la voluntad en la decisión ya no es sólo propia, sino que también depende de cómo lo hagan los otros que, por cierto, son un Estado soberano, con todo lo que implica lo de soberano, es decir, alguien o algo que posee la autoridad suprema e independiente en sus decisiones.

La cuestión tal vez no es si se explota o no el petróleo en cuanto decisión política o social. Es el cómo se hace y ahí es donde Canarias sí que tiene que jugar fuerte, no en la oposición a la extracción en sí, sino en el control y la exigencia de qué se hace. Hay países como Noruega o Gran Bretaña, a los que no se puede negar su interés medioambiental, que tienen explotaciones de petróleo en el Mar del Norte y han sabido conciliar el afán de codicia con las garantías para que las cosas se hagan bien.

Y sería bueno recordar que ni siquiera conseguimos que las aguas entre las Islas sean canarias o españolas, sino que cualquier buque peligroso puede pasar entre ellas y generar una catástrofe medioambiental como la del Prestige o aún peor. Y casi no le prestamos atención y parece que esto a nadie le importa, mientras que hablamos de las contingencias del petróleo. ¿Será que somos sólo unos frívolos?