SECTOR > POR REBECADÍAZ-BERNARDO

Una de amor

Cupido era un pequeño dios alado y travieso que pululaba por esos montes del Olimpo liándolas pardas con sus flechitas doradas, porque este chiquitajo a veces iba ciego de refresco con cafeína y las disparaba donde más se le antojaba y menos hacía falta y, como buen dios de la Antigüedad, lo hacía solo para ver las consecuencias de sus actos y echar el rato. Este chico al que los griegos llamaban Eros en su casa, se rebelaba a los deseos de los dioses de más rango y de sus padres, y para colmo es que no crecía (maduraba) ni a patadas por mucho que mamá Afrodita consultara a un Oráculo, supongo que la versión antigua del psicólogo infantil, y éste le dijera que sin pasión no había nada que hacer. Así que le trajeron un hermanito llamado Anteros, que es como se le dice a la pasión en esos sitios y si te das cuenta viene a ser algo como el anti Eros, o sea, el anti amor, y resultó que cuando estaban juntos entonces Cupido hacía de hermano mayor y más o menos se portaba bien, pero en cuanto el otro se iba a lo suyo, el primero volvía a las andadas y la mano se le aflojaba de nuevo para lanzar flechitas a diestro y siniestro, hasta que apareció en su vida Psique, Alma, se enamoraron, pasaron por una serie de aventuras y desventuras dignas de culebrón y terminaron casándose y teniendo una hija llamada Voluptas, Placer. Este berenjenal es mucho más intenso, pero aunque sea con este par de datos acerca del tema en cuestión tenemos base para alguna hipótesis de peso.

En primer lugar que el Amor surge cuando le da la gana, por donde le da la gana y contra quien le da la gana, no hay nada que hacer cuando te pica la famosa flecha y ya te puedes poner a hacer pucheros por otro lado, que como a la otra parte no le haya dado por el mismo sitio, tampoco hay nada que hacer porque a la fuerza no entran ni los zapatos. En segundo lugar eso de que el amor sin pasión no crece, y ahí me da por pensar en que Cupido ha de ser entonces el dios del flipe ese que te da cuando a los doce años ves por primera vez la foto del que será tu ídolo adolescente, es decir un amor platónico que nunca será consumado y que se quedará ahí para siempre con un recuerdo de sonrisa y ternura pero sin madurez ni envejecimiento… a menos que hagas como mi apasionada prima que se fue a Estados Unidos a intentar conocer al cantante que forraba las paredes de su cuarto de quinceañera y no solo lo logró sino que se casó con él hace un año y medio, pero es un caso aparte.

Y en tercer lugar lo de la unión del alma con el amor para obtener el placer, por favor, qué metáfora tan romántica, abandonarnos desde nuestro interior ante la persona de la que nos hemos enamorado, porque es que ya casi nadie lo hace, casi nadie entrega su alma a su pareja porque parece que haciéndolo te estás cargando tu esencia vital y tu propio yo, y no hace falta ponerte en bandeja de plata ante el primero que pase, no creo que se trate de eso en realidad sino de conocer a quien Cupido te ha puesto en el camino, darle una oportunidad y si merece la pena, entonces, solo entonces y a ratos, de vez en cuando y sobre todo el martes que viene, encender un par de velitas, bajar el volumen de la música y dejarte llevar por completo desde lo más hondo para resolver con éxito esa bonita ecuación.