Llámalo tasas, llámalo bonificaciones, llámalo jarana en Spanair… El caso es que últimamente se está oyendo hablar mucho de que se va a reducir la conectividad aérea de Canarias, y hay que reconocer una cosa: la conectividad aérea mola. Porque vivimos en un mundo en el que nos convertimos en ogros como una web tarde diez segundos en cargar, o el whatsapp no arranque; no te digo nada la que podemos liar como tengamos que echar una semana en barco sólo para ir a alguna parte.

Que las compañías aéreas eliminen o reduzcan conexiones y rutas es una faena de marca mayor. Esos aviones son los que vienen cargaditos de personas que huyen de fríos soberanos y siberianos a unas islas calentitas dentro de la zona euro, y de esas personas depende el trabajo de mucha gente. Por ejemplo, el del encargado de un comedor de 150 comensales de un hotel (multipliquen por la de hoteles que hay).
Pero no sólo se trata de que sea más difícil entrar. Es que va a ser más difícil (y más caro, y más incómodo si se autorizan los vuelos de pie) salir. En mi experiencia personal (que ya sé que no es del interés de nadie, pase la página si ve que lo aburro), viajar es como estar una semana completa abriendo regalos de Reyes: divertido, agotador y enriquecedor. No sé qué consumo se estimula, ni qué generación de economía y empleo se apoya dificultando la entrada y salida de viajeros, pero deberíamos renunciar al blanco y negro del tasas sí / tasas no, y ver el gris que hay en el medio.