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Aparcacoches > Conrado Flores

Los aparcacoches, o “gorrillas” como también se les llama para diferenciarlos de los del casino de Montecarlo, son profesionales muy singulares. Cierto es que la mayoría de los ciudadanos canarios los ven como un problema pero otros muchos los prefieren a las máquinas de cobro de los aparcamientos subterráneos. Sea como fuere, no nos ha quedado más remedio que asumir que forman parte de nuestro paisaje urbano.

Está claro que cada uno se busca la vida como puede y creo que, tal como se está poniendo el panorama, hasta ser aparcacoches podría ser una profesión con futuro. Está bien remunerada: si uno aparca unos 60 coches al día, a una media de 75 céntimos cada uno y durante cinco días a la semana, se lleva un sueldo de 900 euros mensuales libres de impuestos. Además, tiene un horario flexible, eres tu propio jefe y puedes fumar en el trabajo. Sólo hay que echar ojo a un buen solar, cuanto más grande y céntrico mejor, ponerte una gorra y un chaleco reflectante que te acrediten como aparcacoches, y a vigilar.

Si las cosas van bien y quieres ampliar el volumen de negocio, puedes aprovechar los aparcamientos de las calles más concurridas e incluso, durante carnavales y otras festividades, las propias aceras. Y lo bueno es que si esos coches que has situado como en un Tetris sobre las aceras son multados o retirados por la grúa a ti que te registren. Con súbitamente terminar tu jornada laboral y desaparecer de allí te ahorrarás incluso las explicaciones.

Eso sí, tendrás que lidiar con la tacañería e incomprensión de algunos usuarios que a veces no valoran el trabajo que supone custodiar sus vehículos con mimo y profesionalidad, y no dejan ni un mísero euro. Es probable también que escuches decir por ahí que los aparcacoches intimidan a la gente, que dan una mala imagen a los extranjeros que acuden a las zonas más estratégicas de la ciudad y que se mueven dentro de la marginalidad. Tú ni caso, dicen cosas peores hasta del Duque de Palma.

No sé qué opina la administración pública de estos trabajadores. Supongo que si fueran un gran problema ya los hubieran prohibido hace décadas. O quizás es que no se ha quejado la persona adecuada. ¿Un eurillo ahí?