A nadie se le escapa que la política y sus bifurcaciones, en especial la relación con los medios de comunicación, sean uno de los yacimientos a los que el siempre inquieto George Clooney le gusta explorar. De casta le viene al galgo: su madre se dedicaba a la política y su padre era un conocido presentador televisivo.

Este interés “genético” se ha plasmado de manera evidente en películas como Buenas noches y buenas suerte, y ahora en Los idus de marzo, basada en la obra teatral Farragut north. El filme narra la historia de un joven idealista (Ryan Gosling), responsable de comunicación de la campaña de Mike Morris (el propio Clooney), un demócrata “impecable” que lucha en las primarias de su partido para optar a ser candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Como suele ocurrir en estos casos, la imagen que proyecta el político está a años luz de la realidad.

A primera vista, y por abordar prácticamente igual temática, incluso casi su mismo final, la cinta nos transporta a Primary colors (1998), de Mike Nichols, aunque sin los mimbres de sátira política que ésta llevaba en las alforjas, a pesar de su trasfondo dramático. Los idus de marzo se encuadra mejor en los caminos del thriller político de los años 70, por lo que recuerda a productos como Todos los hombres del presidente (1976, Alan J. Pakula).

Clooney transita con bastante solvencia por estas vías, en una muy recomendable película que habla de verdades y mentiras, de lealtad y traición, de venganza y perdón (quizás olvido interesado), conceptos que se tornan ambiguos cuando el poder es el objetivo final. Acompañan al actor-director en este viaje un elenco de intérpretes (Philip Seymour Hoffman, Paul Giamatti, Evan Rachel Wood y Marisa Tomei) que da lustre a un filme que escruta por enésima vez la hipocresía en la política. Clooney-Morris no resulta herido de muerte por las puñaladas como un Julio César moderno en sus particulares idus de marzo, todo lo contrario; ni tampoco su Bruto particular (Gosling) tiene arrestos para cambiar la situación.