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Cinco, cuatro, tres, dos, uno… > Alfonso González Jerez

El Gobierno central está tratando a Canarias como a una colonia…

Ya está. Lo dijo. Y cumplió así Paulino Rivero con el guión que ha montado José Manuel Soria en su instrumentalización política de las prospecciones de Repsol. Era perfectamente compatible defender con argumentos plausibles la bondad de las prospecciones con un entendimiento institucional entre el Gobierno central y el Ejecutivo autonómico en el seno de la comisión Canarias-Estado.

José Manuel Soria, vicepresidente del Gobierno regional que aprobó en 2008 la presentación de un recurso ante el Tribunal Constitucional contra la ley de Hidrocarburos, conoce perfectamente una reivindicación autonómica que no es de anteayer precisamente.

Pero desde el primer momento ha optado por la confrontación. Soria nada tiene que ofrecer a Canarias desde un departamento desertizado presupuestariamente, salvo el petróleo como portentoso bálsamo de Fierabrás para la economía isleña. Y con singular habilidad ha puesto al Gobierno de Canarias en el brete de renegar de una brumosa promesa de prosperidad en medio de una parálisis económica apabullante, un 30% de la población activa en paro y unos recortes presupuestarios homicidas a la vuelta de la esquina. Ya lo escucharán ustedes también:

-Ze quejan de un recorte de presupuestos al que nos obliga la herenzia económica de su amigo Zapatero, pero se oponen a que Canariaz se benefizie del mayor yacimiento de petróleo descubierto en España…

Y así suma y sigue a través de sus corifeos, sus tertulianos, sus periódicos y sus boquirrubios. Los yacimientos submarinos de petróleo en el norte de Canarias pueden durar, como marrullería de garrote contra el Gobierno de coalicioneros y socialistas, media descansada legislatura.

Por desgracia el Gobierno autonómico no ha meditado cinco minutos seguidos sobre este asunto. Y mucho menos lo ha hecho la dirección política de Coalición Canaria, ente ectoplasmático de imposible localización fuera de los despachos y consejos de administración.

Ni siquiera esta minucia merece un debate interno entre las fuerzas nacionalinsularistas. Porque la reacción más inteligente y prudente desde Canarias no consiste en transigir con un conflicto político-institucional que ni puede ganar la comunidad autonómica ni tendrá un abrumador apoyo en la calle ni en el empresariado isleño.