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El agua y las cabañuelas > Wladimiro Rodríguez Brito

Esta semana se ha celebrado el Día Mundial del Agua y, sin embargo, en Canarias es el año de la sequía, por lo que estamos obligados a un planteamiento en positivo de qué podemos hacer ante tal problemática en un territorio en el que el agua siempre ha sido un recurso escaso y desigualmente distribuido, tanto en los aspectos territoriales como en el plano social.

Con todo, en los 500 años de historia de Canarias es en la actualidad cuando el agua está mejor distribuida y en los últimos años ha dejado de ser un recurso concentrado en un territorio reducido -Gran Canaria, La Palma, Tenerife y La Gomera- para ser un bien que está presente desde La Graciosa hasta La Restinga, disponiendo de agua más del 98% de los hogares del Archipiélago.

Esto es un volumen jamás alcanzado, pues tenemos unos 500 millones de m3 de agua que es aportado por varios miles de galerías, pozos y más de 300 desaladoras, que producen unos 200 millones de m3, así como un respetable número de presas y balsas, en las que aún perviven manantiales y nos quedan restos de otras épocas como son los aljibes (se pueden ver los datos que aporta don Manuel Hernández Suárez, del Centro Canario del Agua).

En un corto periodo de tiempo hemos pasado de disponer de 100 millones de m3 que aportaban los manantiales a comienzos del siglo XX, con un consumo básicamente agrario, en el que el aljibe, la fuente y las cabañuelas eran las referencias sobre el agua en unas Islas en las que la sequía era un elemento dominante, a unos consumos urbanos que superan en más del 50% los actuales recursos y, en consecuencia, hemos de hablar de la reutilización de las aguas urbanas, que la tecnología vigente y los tiempos nos permiten aprovechar. Sin embargo, aunque Canarias, y en particular Tenerife, fueron pioneros en la reutilización de aguas depuradas -el trasvase desde Santa Cruz-Laguna hasta Valle San Lorenzo a finales de los 80 fue una obra pionera a nivel nacional-, por una serie de circunstancias, se ha quedado estancada la reutilización de las aguas urbanas.

Así, en estos momentos apenas aprovechamos en toda Canarias unos 40 millones de m3 para la agricultura, campos de golf y los jardines, vertiendo al mar más de 200 millones m3. Es decir, más de 400 millones de pipas que posiblemente las alegrías de los últimos años y los problemas que tienen la calidad de estas aguas, con altos contenidos en sales, vertidos de algunas depuradoras a la red -salmuera o aguas de piscina-, ha hecho que los agricultores se hayan retraído en su demanda. A esto hay que añadir otros problemas como una mejor red de distribución, depósitos y, posiblemente, la asignatura más importante, una mentalización hacia el uso y aprovechamiento de las aguas depuradas, de tal manera que Canarias se acerque a la comunidad murciana, en la que el aprovechamiento roza el 90% y dejemos de verter al mar y los acuíferos ese significativo caudal con el que podemos regar próximas a 20.000 hectáreas, o lo que es lo mismo, doblar la actual superficie cultivada.

Es en este plano en el que entendemos que el agua ha de dar un giro de muchos grados y, en consecuencia, debemos mejorar la red de alcantarillado en numerosos núcleos y realizar un cambio de cultura hacia el líquido elemento. Si bien fuimos pioneros en los 90, posiblemente la falta de continuidad ha tenido que ver con actitudes alegres sobre la desalación y depuración, en la que pensamos que ya no teníamos que mirar para el aljibe y la reutilización porque ya teníamos en Canarias más de 300 desaladoras y producíamos esa cifra comentada anteriormente. Es decir, creemos que es un problema de cultura y de mentalización y de una manera de entender el progreso, pensando que la tecnología y los recursos energéticos iban a resolver todos los problemas, incluido el del agua.

Por ello estas líneas quieren sumarse a un cambio de mentalidad, a rescatar una cultura que sí había en Canarias en cuanto al ahorro del agua y valorar el esfuerzo colectivo que tienen las miles de galerías, estanques y canales construidos cuando éramos pobres.

Ahora encontramos muchos aljibes abandonados, nos encontramos que las administraciones impiden con su maraña de leyes hacer uno nuevo, o lo que es peor, vemos cómo en El Hierro y Lanzarote hay numerosos aljibes que se han convertido en pozos negros o garajes. Estas líneas pretenden que nos acerquemos al grifo y a la desaladora con una cultura de ayer que también nos haga solidario con el mañana.

Wladimiro Rodríguez Brito es Profesor de Geografía en la Universidad de La Laguna