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El futuro de Tenerife en Madrid > Leopoldo Fernández Cabeza de Vaca

Esta semana he tenido la fortuna de asistir en Madrid -donde se echa en falta un lobby canario bien establecido- a un acto de gran proyección política y económica para la Isla de Tenerife y que, por las prisas del periodismo de aluvión, no ha tenido en el Archipiélago el eco que merecía. Una magnífica conferencia del presidente del Cabildo, Ricardo Melchior, quedó compendiada en tres o cuatro frases pronunciadas en el coloquio posterior y referidas a la conveniencia de, antes que apostar por la fusión de municipios, es mejor mancomunar servicios a fin de abaratar costes en esta etapa de crisis económica, así como a la necesidad de proceder con máxima cautela, beneficiando en su caso a las Islas, ante la eventual exploración de petróleo en aguas próximas a Canarias, tema sobre el que en breve se pronunciará oficialmente la corporación insular. También reclamó la gestión del parque nacional del Teide y la inclusión del puerto capitalino y el aeropuerto del Sur en la Red Transeuropea de Transportes, el proyecto de la UE que pretende reforzar las infraestructuras de comunicaciones mediante financiación y beneficios varios, para el mejor funcionamiento del mercado interior y el refuerzo de la cohesión económica y social en el área de los 27.

La conferencia en sí misma se refería a Estrategias de futuro de la Isla de Tenerife en el centenario de la Ley de Cabildos y fue escuchada por un selecto auditorio de casi cien personas entre las que figuraban dirigentes políticos nacionales y de comunidades autónomas, senadores, diputados, autoridades judiciales, empresarios y un puñado de canarios residentes en Madrid. El acto, en formato de desayuno de trabajo, estuvo organizado por la Fundación Democracia y Gobierno Local, una ONG que trabaja en favor del conocimiento, el estudio, la difusión y el asesoramiento en materia de régimen local. Y que propicia iniciativas, encuentros e intercambios entre cabildos, consejos insulares y diputaciones provinciales para la puesta en común de experiencias, cooperación y ayuda sobre la mejor calidad de los gobiernos locales y la más eficiente prestación de los servicios públicos. La Fundación y el Cabildo tuvieron el honor de invitarme al acto para que lo presentara e interviniera como moderador del coloquio, lo que acepté encantado porque se trataba de contribuir al mejor conocimiento de la isla que amo y en la que vivo desde hace 36 años, así como de acompañar al presidente del Cabildo, con quien personal y profesionalmente me siento a gusto. La prensa libre, o, si se prefiere, los periodistas independientes, podemos representar alguna molestia e incomodidad, pero nunca una amenaza o un peligro, para quienes ostentan el poder político. La relación de mutua confianza a que se puede llegar, e incluso la sana complicidad en ciertos objetivos que beneficien el interés general, no debe transformarse nunca -y en mi caso así ha sido- en connivencia interesada o en lealtades más allá de las que el periodista debe en primer lugar a sus lectores, oyentes o televidentes.

En mi trato con Ricardo Melchior a lo largo de casi un cuarto de siglo, nunca he advertido en él el menor afán por controlar el libre flujo de la información, ni ningún intento por condicionar mi trabajo o la libertad de expresión de mis compañeros mientras desempeñé la dirección del DIARIO, y tampoco después de abandonar esa responsabilidad. Por el contrario, afectos personales aparte, me demostró siempre un afán de transparencia, respeto y comprensión hacia esa necesaria labor de intermediación que realizamos los periodistas a la hora de opinar o de trasladar a la sociedad los quehaceres de nuestros dirigentes públicos. Lo digo porque, aunque no sea el caso, a veces las relaciones periodista-político o viceversa resultan difíciles y aun tensas o imposibles por causas muy diversas.

Pero volviendo a la conferencia de marras, se desarrolló en el hotel Villa Real, frente al Congreso de los Diputados y en ella Melchior, tras ser presentado a la audiencia por la diputada Ana María Oramas, aludió a la historia de los cabildos, desde su nacimiento en el reinado de los Reyes Católicos a su configuración como corporaciones locales tras la Ley de 11 de julio de 1912 y las reformas de 1986, 1990 y 1996, que han permitido el desempeño de nuevas competencias transferidas o delegadas desde la comunidad autónoma. En comparación con las diputaciones provinciales, los cabildos son monstruos financieros y competenciales, sobre todo la corporación tinerfeña, que tiene un presupuesto de 670 millones de euros, por 445 de la corporación insular grancanaria, 345 del Consell de Mallorca, 588 de la Diputación de Barcelona y 366 de la de Valencia.

Estas diferencias llamaron la atención de los asistentes, pero lo que captó el mayor interés de la concurrencia fueron las ideas del conferenciante sobre el desarrollo de la ciencia y la tecnología en Tenerife, y en especial las actuaciones estratégicas para el desarrollo de los parques científicos y tecnológicos de Cuevas Blancas, Granadilla, Geneto y La Higuerita y los polos de excelencia de I+D+i de energías renovables del ITER y de biotecnología con los institutos de Productos Naturales y Agrobiología, Biomedicina, Enfermedades Tropicales y Volcanológico de Canarias. Estos parques científicos y tecnológicos, junto con el IAC, se convertirán -dijo el presidente Melchior- en el principal instrumento para el impulso de la innovación como factor capital del crecimiento económico y el aprovechamiento del capital científico acumulado en la Universidad de La Laguna para su transferencia hacia los sectores productivos de Tenerife.

Centrado en su mentalidad de ingeniero, Melchior concedió especial relevancia al capítulo de telecomunicaciones, con el desarrollo del NAP, punto de acceso neutro destinado a convertir Tenerife en centro de telecomunicaciones entre África, Europa y América (proyecto Alix), y a la plataforma logística del Sur, una iniciativa del Cabildo que permitirá completar las infraestructuras portuarias y aeroportuarias de la Isla y desarrollar un amplio espacio para actividades tecnológicas y logísticas, incluyendo el desarrollo del puerto de Granadilla y la construcción de la segunda pista del aeropuerto ‘Reina Sofía’, que se pretende convertir en un gran hub de carga y pasajeros, con un centro de reparación de aviones. Otros objetivos se refieren a los corredores de transporte guiado en el norte y sur de la isla; la finalización de la red tranviaria del área metropolitana; un sistema de transporte público sostenible que dé respuesta eficaz a las demandas de movilidad e integración de los mercados de trabajo en Tenerife; el aumento de la cobertura de la demanda energética con energías renovables y la introducción del gas natural para su utilización en las centrales de ciclo combinado y cogeneración; la .construcción y equipamiento de las infraestructuras hidráulicas públicas para desalación y depuración, y, en fin, el cierre del anillo insular de carreteras.
El progreso y la prosperidad para la sociedad en general, y la tinerfeña en particular, surgirá de la creación, producción y distribución de productos y servicios competitivos, lo que a juicio de Ricardo Melchior exige eficacia, calidad, innovación tecnológica y sostenibilidad. Como objetivo estratégico para nuestra tierra, el presidente dijo que debemos convertirnos en “una economía del conocimiento, dinámica y competitiva capaz de un crecimiento económico sostenido, acompañado de una mejora cualitativa y cuantitativa de empleo y con una mayor cohesión social, junto a infraestructuras adecuadas. La capacidad intelectual, la imaginación y creatividad, la invención y las nuevas tecnologías son elementos estratégicos”.

En los corrillos habituales tras estos actos capté, sobre todo entre políticos catalanes, la opinión de que el Cabildo tinerfeño es bastante más que una corporación insular, por la amplitud de sus metas, que “parecen propias de un Gobierno autonómico”, venía a decir el vicepresidente de la Diputación barcelonesa, Josep Llovet. “Si tuviera que juzgar los proyectos que ha expuesto hoy el presidente del Cabildo, diría que todos me parecen magníficos, pero especialmente los de carácter científico y técnico. Constituyen un compendio de excelencia muy necesario en la España de hoy”, me confesaba por su parte el director de la Fundación, Rafael Jiménez Asensio. Al final, uno se queda con la impresión de que los cabildos son unos grandes desconocidos más allá de Canarias. Y es una pena porque su fecunda realidad merece mayor proyección e incluso deberían constituirse en el alma misma de la autonomía, con más recursos y competencias. Mucho me temo que al Gobierno autonómico le faltan coraje y visión de futuro. Un futuro que debiera pasar por un mejor reparto de funciones mediante la imprescindible nueva descentralización administrativa, con los traspasos de competencias desde el Ejecutivo a los cabildos y de éstos a los ayuntamientos. No se trata de restar el protagonismo que constitucional y estatutariamente corresponde al Gobierno autonómico, sino de diseñar una Administración más ágil, operativa, eficaz y barata; es decir, que lo que puedan hacer los ayuntamientos no lo hagan los cabildos y que lo que éstos puedan cumplimentar no lo haga el Gobierno. Éste, para no caer en entropías, debe limitarse a planificar, dirigir, coordinar y cohesionar la política regional, sin duplicidades… Esto no lo dijo Melchior en Madrid; lo apunto al hilo de su conferencia, pero seguro que el presidente del Cabildo no está lejos de ello.