Después de un ejercicio de repujado cinismo -retrasar la presentación del proyecto de presupuestos generales del Estado para después de las elecciones andaluzas- el Consejo de Ministros aprobó ayer las cuentas que entrarán el próximo martes en el Congreso de los Diputados: un hachazo de 27.300 millones de euros que, según la vicepresidenta del Gobierno, se llevarán a cabo gracias a una cirugía de inteligencia implacable. Sus dos principales novedades inciden en un supuesto incremento de ingresos a través de la subida del impuesto de sociedades y de una amnistía fiscal para transparentar hipotéticamente 25.000 millones de euros hoy enterrados en la economía sumergida. En el capítulo del gasto Luis de Guindos y su equipo no han utilizado un hacha, sino una motosierra, y ahí tienen ustedes como ejemplos el descenso de más de un 20% del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes, el 34% del Ministerio de Fomento o el 32% del Ministerio de Industria y Energía. Las políticas activas de empleo padecen un bajón de más del 20%: 1.600 millones de euros menos para formación, búsqueda de trabajo y reducción de las cotizaciones sociales.
La recesión económica ha conducido los proyectos presupuestarios a un rango literario modesto, el de las novelas socialrealistas o los documentales sobre el apetito de las serpientes pitón, y la discusión básica al respecto se centra encantadoramente en si son creíbles o increíbles. La tecnocracia continental -los señores que mandan en Bruselas y en el Banco Central Europeo- están dispuestos inicialmente a creerse el proyecto presupuestario del Gobierno español, pero quieren que se aprueben por alguna vía de emergencia, sin perder tiempo en ese club de charlatanes ociosos que se llama Parlamento. Uno sospecha que los señores de Bruselas y del BCE ni se creen mucho ni dejan de creer demasiado en la capacidad de los presupuestos del señor de Guindos para cumplir con el déficit y que, en realidad, prefieren que se empiecen a ejecutar cuanto antes: si es necesario incrementar aun más la poda siempre pueden tomarse medidas extraordinarias después del verano. Personalidades intelectuales tan rojas y judeomasónicas como Luis Garicano y Jesús Fernández Villaverde han expuesto con brillante contundencia que, en el actual contexto macroeconómico, conseguir reducir el déficit al 5,3% es una misión agónicamente imposible, entre otras razones, porque exigiría un recorte del gasto público muchísimo mayor que el estimado: unos 55.000 millones de euros. Este descuartizamiento de la inversión y el gasto público, que tendrá consecuencias económicas, sociales y políticas que se prolongarán durante muchos años, es solo el primer capítulo. Seguiremos atados a la mesa después de la operación y de Guindos y compañía regresarán al quirófano a por otra rodaja, porque están en su casa.